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Hechos 2 - Biblia de las Americas 1997

La venida del Espíritu Santo

1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar.

2 De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados,

3 y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos.

4 Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse.

5 Y había judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo.

6 Y al ocurrir este estruendo, la multitud se juntó; y estaban desconcertados porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.

7 Y estaban asombrados y se maravillaban, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que están hablando?

8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua en la que hemos nacido?

9 Partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia,

10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia alrededor de Cirene, viajeros de Roma, tanto judíos como prosélitos,

11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros idiomas de las maravillas de Dios.

12 Todos estaban asombrados y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?

Primer sermón de Pedro

13 Pero otros se burlaban y decían: Están borrachos.

14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les declaró: Varones judíos y todos los que vivís en Jerusalén, sea esto de vuestro conocimiento y prestad atención a mis palabras,

15 porque estos no están borrachos como vosotros suponéis, pues apenas es la hora tercera del día;

16 sino que esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel:

17 Y sucederá en los últimos días —dice Dios— que derramaré de mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños;

18 y aun sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré de mi Espíritu en esos días, y profetizarán.

19 Y mostraré prodigios arriba en el cielo y señales abajo en la tierra: sangre, fuego y columna de humo.

20 El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día grande y glorioso del Señor.

21 Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.

22 Varones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús el Nazareno, varón confirmado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo en medio vuestro a través de Él, tal como vosotros mismos sabéis,

23 a este, entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, clavasteis en una cruz por manos de impíos y le matasteis,

24 a quien Dios resucitó, poniendo fin a la agonía de la muerte, puesto que no era posible que Él quedara bajo el dominio de ella.

25 Porque David dice de Él: Veía siempre al Señor en mi presencia; pues está a mi diestra para que yo no sea conmovido.

26 Por lo cual mi corazón se alegró y mi lengua se regocijó; y aun hasta mi carne descansará en esperanza;

27 pues tú no abandonarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción.

28 Me has hecho conocer los caminos de la vida; me llenarás de gozo con tu presencia.

29 Hermanos, del patriarca David os puedo decir confiadamente que murió y fue sepultado, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy.

30 Pero siendo profeta, y sabiendo que Dios le había jurado sentar a uno de sus descendientes en su trono,

31 miró hacia el futuro y habló de la resurrección de Cristo, que no fue abandonado en el Hades, ni su carne sufrió corrupción.

32 A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

33 Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.

34 Porque David no ascendió a los cielos, pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi diestra,

35 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies».

Efectos del sermón de Pedro

36 Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

37 Al oír esto, compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿qué haremos?

38 Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.

39 Porque la promesa es para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame.

40 Y con muchas otras palabras testificaba solemnemente y les exhortaba diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

41 Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil almas.

Comunión de los creyentes

42 Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.

43 Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales eran hechas por los apóstoles.

44 Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común;

45 vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno.

46 Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,

47 alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos.

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