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Hebreos 4 - Biblia de las Americas 1997

Reposo de Dios y del creyente

1 Por tanto, temamos, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.

2 Porque en verdad, a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva, como también a ellos; pero la palabra que ellos oyeron no les aprovechó por no ir acompañada por la fe en los que la oyeron.

3 Porque los que hemos creído entramos en ese reposo, tal como Él ha dicho: Como juré en mi ira: «no entrarán en mi reposo», aunque las obras de Él estaban acabadas desde la fundación del mundo.

4 Porque así ha dicho en cierto lugar acerca del séptimo día: Y Dios reposó en el séptimo día de todas sus obras;

5 y otra vez en este pasaje: no entrarán en mi reposo.

6 Por tanto, puesto que todavía falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes antes se les anunció la buena nueva no entraron por causa de su desobediencia,

7 Dios otra vez fija un día: Hoy. Diciendo por medio de David después de mucho tiempo, como se ha dicho antes: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.

8 Porque si Josué les hubiera dado reposo, Dios no habría hablado de otro día después de ese.

9 Queda, por tanto, un reposo sagrado para el pueblo de Dios.

10 Pues el que ha entrado a su reposo, él mismo ha reposado de sus obras, como Dios reposó de las suyas.

Poder de la palabra de Dios

11 Por tanto, esforcémonos por entrar en ese reposo, no sea que alguno caiga siguiendo el mismo ejemplo de desobediencia.

12 Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón.

Jesús, el gran Sumo Sacerdote

13 Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.

14 Teniendo, pues, un gran Sumo Sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe.

15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado.

16 Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna.

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