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Santiago 4:11 - Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano, o juzga a su hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley. Y si juzgas a la ley, no eres cumplidor de la ley, sino su juez.

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Biblia Reina Valera 1960

11 Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Amados hermanos, no hablen mal los unos de los otros. Si se critican y se juzgan entre ustedes, entonces critican y juzgan la ley de Dios. En cambio, les corresponde obedecer la ley, no hacer la función de jueces.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Hermanos, no se critiquen unos a otros. El que habla mal de un hermano o se hace su juez, habla contra la Ley y se hace juez de la Ley. Pero a ti, que juzgas a la Ley, ¿te corresponde juzgar a la Ley o cumplirla?

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Hermanos, no habléis mal unos de otros. El que habla mal del hermano, o juzga a su hermano, habla mal de la ley y juzga la ley; y si juzgas la ley, ya no eres hacedor de la ley, sino juez.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

11 Hermanos, no habléis mal los unos de los otros. El que habla mal de su hermano, y juzga a su hermano, este tal habla mal de la ley, y juzga la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.

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Santiago 4:11
24 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Despojaos, pues, de toda maldad y de toda falsedad, de hipocresías, de envidias y de toda clase de maledicencias.


No tienes, por tanto, excusa, quienquiera que seas, que te eriges en juez. Pues cuando condenas a otro, a ti mismo te condenas, ya que tú, que te eriges en juez, practicas aquellas mismas cosas.


No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser juzgados. Mirad que el juez está ya a la puerta.


No juzguéis, y no seréis juzgados. No condenéis, y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados.


Así, pues, no juzguéis antes de tiempo, hasta que venga el Señor. Él iluminará lo que las tinieblas ocultan y pondrá al descubierto los designios del corazón. Entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que merece.


arrojen sobre ellos carbones encendidos, que los echen en simas de que no puedan levantarse.


Desaparezca de entre vosotros toda amargura, animosidad, ira, gritos, insultos y toda clase de maldad.


Porque temo que quizás, al llegar, no os encuentre tales como yo quisiera, y que vosotros me encontréis a mí tal como no querríais: que tal vez haya discordia, envidia, enconos, rivalidades, calumnias, murmuraciones, arrogancias, desórdenes;


sin corazón, irreconciliables, calumniadores, disolutos, crueles, enemigos de lo bueno,


Las mujeres deben ser igualmente dignas, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo.


¿Qué diremos, pues? ¿Que la ley es pecado? ¡Ni pensarlo! Pero lo cierto es yo no he conocido el pecado sino por medio de la ley. Porque yo no habría sabido lo que era la codicia si la ley no me hubiera dicho: No codiciarás.


Porque, ante Dios, no son justos los que meramente oyen la ley, sino que serán justificados quienes la cumplen.


Pero quien fija su atención en la ley perfecta, la de la libertad, y es constante, no como oyente olvidadizo, sino para ponerla por obra, será dichoso al practicarla.


Lo mismo las ancianas: que sean venerables en su comportamiento, lejos de la maledicencia y de la embriaguez, maestras del bien,


Aprended esto, hermanos míos queridos: que todo hombre sea pronto para escuchar, tardo para hablar, tardo para la ira.


Hacéis muy bien si cumplís la ley regia según la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.


Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la parusía del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando pacientemente hasta recibir lluvias tempranas y tardías.


Tomad, hermanos, por modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.


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