Biblia Todo Logo
ព្រះគម្ពីរតាមអ៊ីនធឺណិត

- ការផ្សាយពាណិជ្ជកម្ម -





Nehemías 8:3 - Biblia Serafín de Ausejo 1975

3 Desde el alba hasta el mediodía, estuvo leyendo el libro en la plaza que hay delante de la puerta de las Aguas en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que tenían uso de razón. Todo el pueblo tenía los oídos atentos al libro de la ley.

សូមមើលជំពូក ចម្លង


កំណែច្រើនទៀត

Biblia Reina Valera 1960

3 Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.

សូមមើលជំពូក ចម្លង

Biblia Nueva Traducción Viviente

3 Se puso frente a la plaza, justo dentro de la entrada de la puerta del Agua, desde temprano por la mañana hasta el mediodía y leyó en voz alta a todos los que podían entender. Todo el pueblo escuchó atentamente la lectura del libro de la ley.

សូមមើលជំពូក ចម្លង

Biblia Católica (Latinoamericana)

3 Estuvo leyendo el libro desde la mañana hasta el mediodía, frente a los hombres, mujeres y niños en edad de comprender que estaban reunidos en la plaza delante de la puerta de las Aguas. Todo el pueblo prestaba mucha atención al libro de la Ley.

សូមមើលជំពូក ចម្លង

La Biblia Textual 3a Edicion

3 Y delante de la plaza que está frente a la puerta de las Aguas, leyó en él desde el amanecer hasta el mediodía, en presencia de los hombres y de las mujeres que podían entender, y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al Rollo de la Ley.

សូមមើលជំពូក ចម្លង

Biblia Reina Valera Gómez (2023)

3 Y leyó en el libro delante de la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y entendidos; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.

សូមមើលជំពូក ចម្លង




Nehemías 8:3
25 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias'.


Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu a las Iglesias'.


Por eso precisamente damos sin cesar gracias a Dios; porque cuando acogisteis la palabra de Dios que nosotros os anunciábamos, no la acogisteis como palabra humana, sino -como es en realidad- como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes.


Fijáronle fecha y vinieron en mayor número adonde se hospedaba. Él les exponía el reino de Dios, dando solemne testimonio de él y tratando de persuadirles sobre Jesús, a partir de la ley de Moisés y de los profetas, desde la mañana hasta por la tarde.


Éstos eran de mejor condición que los de Tesalónica y recibieron con toda avidez la palabra, compulsando día tras día las Escrituras, para ver si era así.


Una de ellas, por nombre Lidia, traficante en púrpuras, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, nos escuchaba atentamente y el Señor le abrió el corazón para aceptar lo que Pablo decía.


Porque desde hace muchas generaciones Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores que lo leen en las sinagogas todos los sábados'.


Porque los habitantes de Jerusalén y sus jefes, al condenarlo, cumplieron, sin saberlo, las palabras de los profetas que se leen cada sábado;


Después de la lectura de la ley y de los profetas, les mandaron aviso los jefes de la sinagoga diciendo: 'Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, decidla'.


pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus labios.


Mirad, pues, cómo escucháis: porque al que tenga, se le dará; y al que no tenga, aun aquello que parece tener se le quitará'.


El mismo David lo llama 'Señor'; entonces, ¿a título de qué es hijo suyo?'. El pueblo, muy numeroso, lo escuchaba con agrado.


Subió de nuevo, partió el pan, lo comió, continuó platicando bastante más hasta el alba y, por fin, se fue.


Congregados el primer día de la semana para partir el pan, Pablo, que tenía la intención de marchar al día siguiente, se puso a hablarles, y alargó la plática hasta la media noche.


Entonces todo el pueblo, como un solo hombre, se congregó en la plaza que hay frente a la puerta de las Aguas y dijeron a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la ley de Moisés que Yahveh había impuesto a Israel.


Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tribuna de madera que habían hecho al efecto; junto a él estaban: Matitías, Sema, Ananías, Urías, Jilquías y Maasías a su derecha; y Pedayas, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadaná, Zacarías y Mesulán, a su izquierda.


Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo, pues estaba en un puesto más elevado que todos los demás. Al abrirlo, todo el pueblo se puso en pie.


Moisés escribió esta ley y se la entregó a los sacerdotes, los hijos de Leví que llevaban el arca de la alianza de Yahveh, y a todos los ancianos de Israel.


No quedó disposición de cuantas había ordenado Moisés que no leyera Josué delante de toda la asamblea de Israel, incluidos mujeres y niños, y los extranjeros que moraban entre ellos.


Se leía diariamente, desde el día primero hasta el último, el libro de la ley de Dios. La fiesta duró siete días. Y el día octavo tuvo lugar, según costumbre, una asamblea solemne.


Los demás del pueblo, los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los donados y todos los que se habían separado de la gente del país para seguir la ley de Dios, sus mujeres, sus hijos y sus hijas, y todos los que tenían uso de razón,


En aquel tiempo se leyó el libro de Moisés al pueblo, y se halló escrito en él que los amonitas y los moabitas no podrían entrar jamás en la comunidad de Dios,


តាម​ពួក​យើង:

ការផ្សាយពាណិជ្ជកម្ម


ការផ្សាយពាណិជ្ជកម្ម