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Isaías 46:7 - Biblia Serafín de Ausejo 1975

7 lo cargan al hombro, lo llevan, lo ponen en su sitio, y él se para, de su lugar no se mueve. Si uno le grita, él no responde, de su angustia no lo salva.

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Biblia Reina Valera 1960

7 Se lo echan sobre los hombros, lo llevan, y lo colocan en su lugar; allí se está, y no se mueve de su sitio. Le gritan, y tampoco responde, ni libra de la tribulación.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

7 Lo llevan sobre los hombros, y cuando lo bajan, allí se queda. ¡Ni siquiera se puede mover! Cuando alguien le dirige una oración, no obtiene respuesta; no puede rescatar a nadie de sus dificultades.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

7 Se lo echan al hombro y lo llevan, después lo colocan donde va a quedar, y allí está sin que se mueva de su sitio. Por más que le hablan, no responde y a nadie salva de la ruina.

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La Biblia Textual 3a Edicion

7 Se lo cargan a hombros, lo transportan; Donde lo ponen, allí se queda, No se mueve de su sitio; Por mucho que le clamen, no responde, Ni los libra de la tribulación.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

7 Se lo echan sobre los hombros, lo llevan, y lo colocan en su lugar; allí se está, y no se mueve de su sitio. Aunque uno le hable, no responde, ni lo libra de su tribulación.

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Isaías 46:7
21 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

¡Reuníos y venid! ¡Acercaos todos juntos salvados de las naciones! No entienden los que llevan su ídolo de madera y suplican a un dios que no salva.


Son como espantajo de melonar, que no hablan; hay que llevarlos, porque no pueden andar. No los temáis, pues ni pueden hacer mal, ni está en su poder hacer bien.


Bel está postrado Nebo derribado. Son sus simulacros carga para los animales, fardos para las bestias, peso para los cansados.


Los marineros se asustaron y cada uno invocaba a su dios, mientras arrojaban al mar el cargamento de la embarcación, a fin de aligerarla. Jonás, entre tanto, había bajado a la bodega de la nave y dormía profundamente.


El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro de sesenta codos de altura por seis codos de anchura y la erigió en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia.


¿Dónde están tus dioses, los que te fabricaste? ¡Que se levanten, a ver si te salvan en el tiempo de tu desgracia! Pues cuantas son tus ciudades, tantos son tus dioses, Judá.


Ordenó entonces Elías: 'Prended a los profetas de Baal, que no escape ni uno'. Los prendieron y Elías los hizo bajar al torrente Quisón y allí los degolló.


Tomaron ellos el novillo que se les había traído y, después de prepararlo, estuvieron invocando el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: '¡Baal, respóndenos!'. Pero no hubo ni voz ni respuesta. Entre tanto, ellos danzaban cojeando junto al altar que habían hecho.


Al día siguiente, se levantaron de madrugada los habitantes de Asdod y vieron que Dagón estaba caído por tierra, boca abajo, delante del arca de Yahveh. Levantaron a Dagón y lo pusieron de nuevo en su sitio.


Y un día, mientras estaba postrado en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramélec y Saréser lo mataron a espada y huyeron al país de Ararat. Le sucedió en el trono su hijo Asaradón.


Sabéis que cuando erais paganos os dejábais arrastrar hacia los ídolos mudos, desviándoos del recto camino.


Quien tiene poco que ofrecer escoge madera incorruptible, se busca un hábil artesano para erigir un ídolo que se tenga firme.


Anima el artesano al orfebre, el que pulimenta con martillo al que golpea en el yunque. Dice de la soldadura: '¡Está bien!'. La sujeta con clavos para que no se tambalee.


Miré, y no había nadie, entre éstos, no había un consejero para que les preguntara y ellos me respondieran.


El maestro herrero hace su obra con brasa viva; con martillos la modela y con su potente brazo la trabaja. Pasa hambre, se queda sin fuerzas, no bebe agua y se fatiga.


Así son para ti tus traficantes, por quienes te fatigaste desde tu juventud; cada uno yerra por su lado, no hay quien te salve.


Pasado el mediodía, se entregaron a arrebatos proféticos, hasta la hora de ofrecer la oblación; pero no hubo voz ni escucha ni respuesta.


Mirad: son nada todos ellos, son nulidad sus obras, viento y vacío sus estatuas.


Las ciudades de Judá y los habitantes de Jerusalén irán entonces a clamar a los dioses a quienes incensaron, pero no podrán salvarlos en la hora de su desgracia.


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