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Hechos 23:34 - Biblia Serafín de Ausejo 1975

34 Leída la carta y después de preguntarle de qué provincia era y averiguar que era de Cilicia, le dijo:

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Biblia Reina Valera 1960

34 Y el gobernador, leída la carta, preguntó de qué provincia era; y habiendo entendido que era de Cilicia,

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Biblia Nueva Traducción Viviente

34 El gobernador la leyó y después le preguntó a Pablo de qué provincia era. —De Cilicia —contestó Pablo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

34 Félix se informó y preguntó a Pablo de qué comarca era; al saber que era de Cilicia,

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La Biblia Textual 3a Edicion

34 Después de leerla, preguntó de qué provincia era, y al enterarse de que era de Cilicia,°

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

34 Y cuando el gobernador leyó la carta, preguntó de qué provincia era. Y cuando entendió que era de Cilicia,

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Hechos 23:34
9 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Pablo le dijo: 'Yo soy judío, ciudadano de Tarso, que es una ciudad no despreciable de Cilicia. Permíteme, te suplico, hablar al pueblo'.


Llegó Festo a la provincia y, al cabo de tres días, subió desde Cesarea a Jerusalén.


y atravesó Siria y Cilicia confirmando las iglesias.


Surgieron algunos de la sinagoga llamada de los Libertos, oiriundos de Cirene y Alejandría, de Cilicia y de Asia, que disputaban con Esteban,


Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo;


Le sucedió en el trono Darío el medo, cuando tenía ya sesenta y dos años de edad.


Daniel pidió al rey que pusiera al frente de la administración de la provincia de Babilonia a Sidrac, Misac y Abdénago. Daniel permaneció en la corte del rey.


Llamaron, pues, a los secretarios del rey en aquel momento, en el tercer mes, que es el mes de siván, el veintitrés del mismo, y siguiendo las instrucciones de Mardoqueo, escribieron a los judíos, a los sátrapas, a los gobernadores y a los grandes de las provincias, desde la India hasta Etiopía, o sea, a las ciento veintisiete provincias; a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua, y a los judíos según su escritura y según su lengua.


El año segundo del reinado de Artajerjes el Grande, el día primero del mes de nisán, tuvo un sueño Mardoqueo hijo de Yaír, hijo de Semeí, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín. Mardoqueo era un judío que vivía en la ciudad de Susa, personaje muy importante, que servía en el palacio del rey. Era de los deportados que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado de Jerusalén con Jeconías, rey de Judea. Y éste fue su sueño. Había gritos y alboroto, truenos y terremotos, temblor en la tierra. Y en esto dos grandes dragones avanzaron, uno y otro dispuestos a luchar, y lanzaron un gran rugido. A su rugido, todas las naciones se aprestaron para la guerra, para combatir contra la nación de los justos. Fue un día de tinieblas y de oscuridad, de tribulación y de angustia, de estrago y de gran perturbación sobre la tierra. Toda la nación de los justos se turbó por miedo a tantos males; se disponían a morir y clamaron a Dios. A su clamor, nació como de una pequeña fuente un gran río, agua en abundancia. La luz y el sol se levantaron; los humildes fueron ensalzados y devoraron a los revestidos de gloria. Cuando despertó Mardoqueo, tenía profundamente grabado el sueño y se empeñó a toda costa, hasta llegada la noche, en desentrañar su sentido y lo que Dios se proponía hacer. Mardoqueo vivía en el palacio con Gabat y Tarra, los dos eunucos del rey que custodiaban el palacio. Allí tuvo noticia de sus planes, descubrió sus proyectos y averiguó que se preparaban para poner sus manos sobre el rey Artajerjes. Entonces los denunció al rey. El rey mandó interrogar a los dos eunucos, que después de haberlo confesado, fueron llevados al suplicio. Para memoria de ello, el rey mandó poner estos hechos por escrito, y también Mardoqueo escribió sobre estos sucesos. El rey dio orden de que Mardoqueo desempeñase un cargo en el palacio y le dio regalos por su actuación. Pero Amán, hijo de Hamdatá, del país de Agag[, que gozaba del favor del rey, buscó la manera de hacer daño a Mardoqueo y a su pueblo por el asunto de los dos eunucos del rey. Sucedió en tiempos de Asuero, aquel Asuero que reinó desde la India hasta Etiopía sobre ciento veintisiete provincias,


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