Alargó una especie de mano y me asió por un mechón de los pelos de la cabeza; entonces el espíritu me elevó entre la tierra y el cielo y me llevó, en visiones divinas, a Jerusalén, a la entrada de la puerta interior que mira al norte, donde estaba el emplazamiento del ídolo del celo que provoca los celos.
En aquel instante, aparecieron los dedos de una mano humana que escribían, delante del candelabro, sobre el yeso de la pared del palacio real. El rey veía la palma de la mano que escribía.
'Procúrate un rollo y escribe en él todas las palabras que te he dicho acerca de Israel, acerca de Judá y acerca de todas las naciones, desde el día en que comencé a hablarte en tiempo de Josías hasta hoy.
Me dijo: 'Ésta es la maldición que se extiende sobre la superficie de todo el país. Porque, de aquí en adelante, y en virtud de ella, todo ladrón será quitado de en medio y, de aquí en adelante, y en virtud de ella, todo perjuro será quitado de en medio'.