11 Es imposible cumplir con lo que el rey exige. Nadie, excepto los dioses, puede contar al rey su sueño, pero los dioses no habitan entre los hombres.
11 Finalmente, el asunto que el rey demanda, es singular, ni hay quien lo pueda declarar delante del rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne.
Hay en tu reino un hombre que posee el espíritu de la adivinación divina y ya en tiempo de tu padre se halló en él una luz, una perspicacia y una sabiduría semejantes a las de los dioses. Por eso el rey Nabucodonosor, tu padre, lo nombró jefe de los magos, de los adivinos, de los caldeos y de los astrólogos.
¿Qué compatibilidad entre el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo de Dios vivo, como lo dijo Dios: Habitaré y caminaré en medio de ellos; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo.
el Espíritu de la verdad a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Vosotros lo conocéis, porque con vosotros permanece y en vosotros estará.'
Y la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros. Nosotros vimos su gloria, gloria como de Hijo único que viene del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Que así dice el Excelso, el Sublime, que reside en la eternidad y cuyo nombre es santo: 'En lo alto y en lo santo resido, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para vivificar el espíritu de los humildes, para vivificar el corazón de los quebrantados.
Oí una gran voz que procedía del trono, la cual decía: 'Aquí está la morada de Dios con los hombres. Morará con ellos, ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos.
Pero ¿es que Dios habitará verdaderamente con el hombre en la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no tienen capacidad para contenerte, ¡cuánto menos este templo que te he construido!
Pero ¿es verdad que Dios habitará en la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no tienen capacidad para contenerte ¡cuánto menos este templo que te he construido!
Pero a la mañana siguiente su espíritu estaba inquieto y mandó llamar a todos los adivinos y a todos los sabios de Egipto. Faraón les refirió sus sueños; pero no hubo quien se los supiera interpretar al Faraón.
Quédate, pues, con tus maleficios, con la multitud de tus hechicerías, por los que te fatigaste desde tu juventud. ¡Quizá puedan ayudarte! ¡Quizá hagas temblar!