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Cantares 3:2 - Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Me levanté, recorrí la villa por callejas y plazas, en busca del amado de mi alma. Lo buscaba y no lo hallé.

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Biblia Reina Valera 1960

2 Y dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad; Por las calles y por las plazas Buscaré al que ama mi alma; Lo busqué, y no lo hallé.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Así que me dije: «Me levantaré y recorreré la ciudad, y buscaré por todas las calles y las plazas. Buscaré a mi amado». Entonces busqué por todas partes pero no lo encontré.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Me levantaré, pues, y recorreré la ciudad. Por las calles y las plazas buscaré al amado de mi alma. Lo busqué y no lo hallé.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 Me levantaré ahora e iré por la ciudad, Por las calles y por las plazas. ¡Debo hallar al que ama mi alma! Lo busqué, pero no lo encontré.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

2 Me levantaré ahora, y rondaré la ciudad; por las calles y por las plazas buscaré al que ama mi alma; lo busqué, pero no lo hallé.

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Cantares 3:2
18 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Por eso se dice: 'Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y brillará sobre ti Cristo'.


Despertad de esa modorra, como es justo, y no sigáis pecando; pues ignorancia de Dios es lo que algunos tienen. Para vergüenza vuestra lo digo.


Y esto, tanto más cuanto que bien sabéis en qué tiempo vivimos: que ya es hora de que os despertéis del sueño, pues la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe.


Surgió un hombre enviado por Dios cuyo nombre era Juan;


Recorred las calles de Jerusalén, mirad bien y comprobad, buscad por sus plazas a ver si encontráis a uno siquiera, a uno que practique la justicia, que busque la verdad, y la perdonaré.


Pero ahora, Yahveh, tú eres nuestro padre. Nosotros somos la arcilla y tú el alfarero, obra de tus manos todos nosotros.


Me levanté para abrir a mi amado: la mirra destilaba de mis manos, de mis dedos pasaba a las clavijas de la puerta.


Feliz el hombre que me escucha vigilando a mis puertas cada día, guardando los dinteles de mi entrada;


Tropecé con los guardias, los que rondan la ciudad. ¿Habéis visto al amado de mi alma?


Dime, amado de mi alma, dónde apacientas el rebaño, dónde sestea al mediodía, para que no vague perdida tras la grey de tus zagales.


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