Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado a Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días.
Y comieron los hijos de Israel que habían vuelto de la cautividad, y todos los que se habían apartado a ellos de la inmundicia de las naciones de la tierra, para buscar a Jehová, el Dios de Israel.
Y les dijo: Oídme, levitas, y santificaos ahora, y santificaréis la casa de Jehová, el Dios de vuestros padres, y sacaréis del santuario la inmundicia.
Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres, es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente también ofrendas y sacrificios por los pecados;
Y dije a los levitas que se purificasen, y viniesen a guardar las puertas, para santificar el día del sábado. También por esto acuérdate de mí, Dios mío, y perdóname según la muchedumbre de tu misericordia.
Pero los sacerdotes eran pocos, y no bastaban para desollar los holocaustos; por tanto, sus hermanos los levitas los ayudaron hasta que se acabó la obra, y hasta que los otros sacerdotes se santificaron; porque los levitas fueron más rectos de corazón para santificarse que los sacerdotes.
Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestras vestiduras.