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Jueces 17:2 - Biblia Reina Valera 1960

2 el cual dijo a su madre: Los mil cien siclos de plata que te fueron hurtados, acerca de los cuales maldijiste, y de los cuales me hablaste, he aquí el dinero está en mi poder; yo lo tomé. Entonces la madre dijo: Bendito seas de Jehová, hijo mío.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

2 Un día le dijo a su madre: —Te oí maldecir a la persona que te robó mil cien piezas de plata. Bueno, yo tengo el dinero; fui yo quien lo tomó. —El Señor te bendiga por haberlo admitido —respondió la madre.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 Dijo a su madre: 'Las mil cien monedas de plata que te habían robado y a propósito de las cuales habías pronunciado una maldición, maldición que oí con mis propios oídos, pues bien, esa plata la tengo yo: yo la había tomado'. Su madre dijo inmediatamente: '¡Yavé bendiga a mi hijo!'

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 quien le dijo a su madre: Los mil cien ciclos de plata que te fueron sustraídos, acerca de los cuales proferiste maldición a mis oídos, he aquí, aquella plata está en mi poder. Yo la tomé. Y su madre le dijo: ¡Bendito seas de YHVH, hijo mío!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Éste dijo a su madre: 'Los mil cien siclos de plata que te han sido hurtados y por los que lanzabas maldiciones que has hecho llegar a mis oídos, los tengo yo; yo los había tomado'. Dijo entonces su madre: '¡Bendito, tú, hijo mío, ante Yahveh!'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

2 El cual dijo a su madre: Los mil cien siclos de plata que te fueron hurtados, por lo que tú maldecías, y de los cuales me hablaste, he aquí que yo tengo este dinero; yo lo había tomado. Entonces su madre dijo: Bendito seas de Jehová, hijo mío.

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Jueces 17:2
21 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Y reñí con ellos, y los maldije, y herí a algunos de ellos, y les arranqué los cabellos, y les hice jurar, diciendo: No daréis vuestras hijas a sus hijos, y no tomaréis de sus hijas para vuestros hijos, ni para vosotros mismos.


Y él dijo: Bendita seas tú de Jehová, hija mía; has hecho mejor tu postrera bondad que la primera, no yendo en busca de los jóvenes, sean pobres o ricos.


Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras.


El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene.


Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne;


Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo.


Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová, y maldito el que detuviere de la sangre su espada.


El que roba a su padre o a su madre, y dice que no es maldad, Compañero es del hombre destruidor.


Porque el malo se jacta del deseo de su alma, Bendice al codicioso, y desprecia a Jehová.


Ruego, pues, que el rey mi señor oiga ahora las palabras de su siervo. Si Jehová te incita contra mí, acepte él la ofrenda; mas si fueren hijos de hombres, malditos sean ellos en presencia de Jehová, porque me han arrojado hoy para que no tenga parte en la heredad de Jehová, diciendo: Ve y sirve a dioses ajenos.


Y Saúl dijo: Benditos seáis vosotros de Jehová, que habéis tenido compasión de mí.


Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra de Jehová.


Entonces habló uno del pueblo, diciendo: Tu padre ha hecho jurar solemnemente al pueblo, diciendo: Maldito sea el hombre que tome hoy alimento. Y el pueblo desfallecía.


Pero los hombres de Israel fueron puestos en apuro aquel día; porque Saúl había juramentado al pueblo, diciendo: Cualquiera que coma pan antes de caer la noche, antes que haya tomado venganza de mis enemigos, sea maldito. Y todo el pueblo no había probado pan.


Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; Maldecid severamente a sus moradores, Porque no vinieron al socorro de Jehová, Al socorro de Jehová contra los fuertes.


Maldito el que deshonrare a su padre o a su madre. Y dirá todo el pueblo: Amén.


No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.


y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra;


Hubo un hombre del monte de Efraín, que se llamaba Micaía,


Y él devolvió los mil cien siclos de plata a su madre; y su madre dijo: En verdad he dedicado el dinero a Jehová por mi hijo, para hacer una imagen de talla y una de fundición; ahora, pues, yo te lo devuelvo.


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