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Joel 2:17 - Biblia Reina Valera 1960

17 Entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no entregues al oprobio tu heredad, para que las naciones se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

17 Que los sacerdotes, quienes sirven en la presencia del Señor, se levanten y lloren entre la entrada del templo y el altar. Que oren: «¡Perdona a tu pueblo, Señor! No permitas que tu preciada posesión se convierta en objeto de burla. No dejes que lleguen a ser la burla de los extranjeros incrédulos que dicen: “¿Los ha abandonado el Dios de Israel?”».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

17 En el patio del santuario lloren los sacerdotes ministros de Yavé y digan: '¡Yavé, perdona a tu pueblo, y no lo entregues al desprecio y a la burla de las naciones! ¿Acaso permitirás que los paganos digan: dónde está su Dios?'

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La Biblia Textual 3a Edicion

17 ¡Lloren los sacerdotes entre el atrio y el altar!, Y digan los ministros de YHVH: Oh YHVH, perdona a tu pueblo, No entregues tu heredad al oprobio, A la burla entre los gentiles; ¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: ¿Dónde está su Dios?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

17 Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros de Yahveh, y digan: 'Perdona, Yahveh, a tu pueblo; no entregues tu heredad al oprobio, para que se burlen de ellos las naciones. ¿Por qué habrían de decir los pueblos: dónde está su Dios?'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

17 Entre la entrada y el altar, lloren los sacerdotes, ministros de Jehová, y digan: Perdona, oh Jehová, a tu pueblo, y no pongas en oprobio tu heredad, para que las gentes se enseñoreen de ella. ¿Por qué han de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?

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Joel 2:17
42 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Y me llevó al atrio de adentro de la casa de Jehová; y he aquí junto a la entrada del templo de Jehová, entre la entrada y el altar, como veinticinco varones, sus espaldas vueltas al templo de Jehová y sus rostros hacia el oriente, y adoraban al sol, postrándose hacia el oriente.


¿Por qué han de decir las gentes: Dónde está ahora su Dios?


Porque dirán las gentes: ¿Dónde está su Dios? Sea notoria en las gentes, delante de nuestros ojos, La venganza de la sangre de tus siervos que fue derramada.


para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar.


Y aconteció que cuando acabó de comer la hierba de la tierra, yo dije: Señor Jehová, perdona ahora; ¿quién levantará a Jacob? porque es pequeño.


Desapareció de la casa de Jehová la ofrenda y la libación; los sacerdotes ministros de Jehová están de duelo.


Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios.


Y el pórtico delante del templo de la casa tenía veinte codos de largo a lo ancho de la casa, y el ancho delante de la casa era de diez codos.


Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad.


Y mi enemiga lo verá, y la cubrirá vergüenza; la que me decía: ¿Dónde está Jehová tu Dios? Mis ojos la verán; ahora será hollada como lodo de las calles.


Y dije: Señor Jehová, cesa ahora; ¿quién levantará a Jacob? porque es pequeño.


Con todo, a causa de mi nombre, para que no se infamase ante los ojos de las naciones en medio de las cuales estaban, en cuyos ojos fui conocido, actué para sacarlos de la tierra de Egipto.


Ahora pues, Jehová Dios nuestro, líbranos de su mano, para que todos los reinos de la tierra conozcan que solo tú eres Jehová.


Porque tus enemigos, oh Jehová, han deshonrado, Porque tus enemigos han deshonrado los pasos de tu ungido.


Lo saquean todos los que pasan por el camino; Es oprobio a sus vecinos.


Somos afrentados de nuestros vecinos, Escarnecidos y burlados de los que están en nuestros alrededores.


¿Hasta cuándo, oh Dios, nos afrentará el angustiador? ¿Ha de blasfemar el enemigo perpetuamente tu nombre?


Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan, Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?


Entonces ofreció Salomón holocaustos a Jehová sobre el altar de Jehová que él había edificado delante del pórtico,


De no haber temido la provocación del enemigo, No sea que se envanezcan sus adversarios, No sea que digan: Nuestra mano poderosa Ha hecho todo esto, y no Jehová.


Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.


Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas? dice Jehová de los ejércitos.


He aquí que hoy somos siervos; henos aquí, siervos en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen su fruto y su bien.


Ceñíos y lamentad, sacerdotes; gemid, ministros del altar; venid, dormid en cilicio, ministros de mi Dios; porque quitada es de la casa de vuestro Dios la ofrenda y la libación.


Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?


yo os arrancaré de mi tierra que os he dado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la arrojaré de mi presencia, y la pondré por burla y escarnio de todos los pueblos.


yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la echaré de delante de mí, e Israel será por proverbio y refrán a todos los pueblos;


Y serás motivo de horror, y servirás de refrán y de burla a todos los pueblos a los cuales te llevará Jehová.


Y he aquí un varón de los hijos de Israel vino y trajo una madianita a sus hermanos, a ojos de Moisés y de toda la congregación de los hijos de Israel, mientras lloraban ellos a la puerta del tabernáculo de reunión.


Por tanto, el Señor, Jehová de los ejércitos, llamó en este día a llanto y a endechas, a raparse el cabello y a vestir cilicio;


Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tu grande nombre?


Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí; De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios, Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.


¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.


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