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Salmos 9:13 - Biblia Nueva Traducción Viviente

13 Señor, ten misericordia de mí. Mira cómo me atormentan mis enemigos; arrebátame de las garras de la muerte.

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Biblia Reina Valera 1960

13 Ten misericordia de mí, Jehová; Mira mi aflicción que padezco a causa de los que me aborrecen, Tú que me levantas de las puertas de la muerte,

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Biblia Católica (Latinoamericana)

13 Ten compasión de mí, Señor, mira cómo me afligen los que me odian. Sácame de las puertas de la muerte,

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La Biblia Textual 3a Edicion

13 j Oh YHVH, ten piedad de mí, Mira mi aflicción a causa de quienes me aborrecen, Tú, que me levantaste de las puertas de la Muerte,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

13 Él recuerda el delito y pide cuentas, y no olvida el clamor del afligido.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

13 Ten misericordia de mí, oh Jehová; mira mi aflicción que padezco de los que me aborrecen, tú que me levantas de las puertas de la muerte;

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Salmos 9:13
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porque muy grande es tu amor por mí. Me has rescatado de las profundidades de la muerte.


Me levantaste de la tumba, oh Señor; me libraste de caer en la fosa de la muerte.


Su pueblo gime en busca de pan; vendieron sus tesoros para comprar comida y mantenerse con vida. «Oh Señor, mira —se lamenta— y observa cómo me desprecian.


Se deshonró a sí misma con inmoralidad y no pensó en su futuro. Ahora yace en una zanja y no hay nadie que la saque. «Señor, mira mi sufrimiento —gime—. El enemigo ha triunfado».


Yo dije: «¿En la flor de mi vida tengo que entrar en el lugar de los muertos? ¿Acaso seré privado del resto de mis años?».


Oye mi clamor, porque estoy muy decaído. Rescátame de mis perseguidores, porque son demasiado fuertes para mí.


Mira mi sufrimiento y rescátame, porque no me he olvidado de tus enseñanzas.


Ven y muéstrame tu misericordia, como lo haces con todos los que aman tu nombre.


Pues me rescataste de la muerte; no dejaste que mis pies resbalaran. Así que ahora puedo caminar en tu presencia, oh Dios, en tu luz que da vida.


Ten misericordia de mí, oh Dios, debido a tu amor inagotable; a causa de tu gran compasión, borra la mancha de mis pecados.


Tengo muchos enemigos agresivos; me odian sin razón.


Mira cuántos enemigos tengo, ¡y de qué manera despiadada me odian!


Vuélvete hacia mí y contéstame, ¡oh Señor mi Dios! Devuélvele el brillo a mis ojos, o moriré.


»Ahora, Dios nuestro —Dios grande, poderoso y temible que cumple su pacto de amor inagotable—, no permitas que todas las privaciones que hemos sufrido te parezcan insignificantes. Grandes dificultades cayeron sobre nosotros, nuestros reyes, nuestros líderes, nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros antepasados —todo tu pueblo—, desde los días cuando los reyes de Asiria por primera vez nos vencieron hasta el día de hoy.


Cerca de allí había seis tinajas de piedra, que se usaban para el lavado ceremonial de los judíos. Cada tinaja tenía una capacidad de entre setenta y cinco a ciento trece litros.


No podían ni pensar en comer, y estaban a las puertas de la muerte.


Luego el Señor le preguntó a Caín: —¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está Abel? —No lo sé —contestó Caín—. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?


Pero el Señor le dijo: —¿Qué has hecho? ¡Escucha! ¡La sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra!


Dale el siguiente mensaje: “Esto dice el Señor: ‘¿No te bastó con matar a Nabot? ¿También tienes que robarle? Por lo que has hecho, ¡los perros lamerán tu sangre en el mismo lugar donde lamieron la sangre de Nabot!’”».


“Juro solemnemente, dice el Señor, que en esta misma parcela le daré su merecido por el asesinato que vi ayer de Nabot y de sus hijos”. Así que tírenlo en la propiedad de Nabot, tal como dijo el Señor».


Así fue como el rey Joás pagó a Joiada por su lealtad: mató a su hijo. Las últimas palabras de Zacarías al morir fueron: «¡Que el Señor vea lo que ellos hacen y vengue mi muerte!».


¡Levántate, oh Señor! ¡Castiga a los malvados, oh Dios! ¡No te olvides de los indefensos!


Las promesas del Señor son puras como la plata refinada en el horno, purificada siete veces.


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