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Salmos 80:1 - Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Te pido que escuches, oh Pastor de Israel, tú, que guías como a un rebaño a los descendientes de José. Oh Dios, entronizado por encima de los querubines, despliega tu radiante gloria

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Biblia Reina Valera 1960

1 Oh Pastor de Israel, escucha; Tú que pastoreas como a ovejas a José, Que estás entre querubines, resplandece.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Escucha, pastor de Israel, que guías a José como un rebaño, tú que te sientas en los querubines

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Al director del coro. Sobre lirios. Testimonio. Salmo de Asaf. Oh Pastor de Israel, escucha: Tú, que pastoreas a José como un rebaño, Tú, que estás entronizado sobre los querubines: ¡Resplandece!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Del director; con liras de Susa. De Asaf. Salmo.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

1 Al Músico principal: sobre Sosanim-edut: Salmo de Asaf Oh Pastor de Israel, escucha: Tú que pastoreas como un rebaño a José, Tú que habitas entre querubines, resplandece.

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Salmos 80:1
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La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna, porque la gloria de Dios ilumina la ciudad, y el Cordero es su luz.


Guiaste a tu pueblo por ese camino como a un rebaño de ovejas, con Moisés y Aarón de pastores.


Desde el monte Sion, la perfección de la belleza, Dios brilla con un resplandor glorioso.


¡El Señor es rey! ¡Que tiemblen las naciones! Está sentado en su trono, entre los querubines. ¡Que se estremezca toda la tierra!


Antes eran como ovejas que andaban descarriadas. Pero ahora han vuelto a su Pastor, al Guardián de sus almas.


Sobre ellos pondré un solo pastor, a mi siervo David. Él las alimentará y será su pastor.


Y las llevó a Baala de Judá para traer de regreso el arca de Dios, que lleva el nombre del Señor de los Ejércitos Celestiales, quien está entronizado entre los querubines.


Así que enviaron hombres a Silo para que trajeran el arca del pacto del Señor de los Ejércitos Celestiales, quien está entronizado entre los querubines. Los hijos de Elí, Ofni y Finees, también estaban allí con el arca del pacto de Dios.


Y ahora, que el Dios de paz —quien levantó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, y que ratificó un pacto eterno con su sangre—


Entonces la gloria del Señor se elevó por encima de los querubines y se dirigió hacia la entrada del templo. El templo se llenó con esa nube de gloria y el atrio resplandeció con la gloria del Señor.


Entonces recordaron los días de antaño cuando Moisés sacó a su pueblo de Egipto. Clamaron: «¿Dónde está el que llevó a Israel a través del mar con Moisés como pastor? ¿Dónde está el que envió a su Santo Espíritu para que estuviera en medio de su pueblo?


»¡Levántate, Jerusalén! Que brille tu luz para que todos la vean. Pues la gloria del Señor se levanta para resplandecer sobre ti.


Haznos volver a ti, oh Dios de los Ejércitos Celestiales; haz que tu rostro brille sobre nosotros. Solo entonces seremos salvos.


Oh Dios, haznos volver a ti; haz que tu rostro brille sobre nosotros. Solo entonces seremos salvos.


Así, cuando venga el Gran Pastor, recibirán una corona de gloria y honor eternos.


»Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí,


»¡Oh Dios nuestro, oye la oración de tu siervo! Escucha mientras te hago mis ruegos. Por amor a tu nombre, Señor, vuelve a sonreírle a tu desolado santuario.


De pronto, la gloria del Dios de Israel apareció desde el oriente. El sonido de su venida era como el rugir de aguas torrentosas y todo el paisaje resplandeció con su gloria.


Los seres vivientes parecían carbones encendidos o antorchas brillantes, y daba la impresión de que entre ellos destellaban relámpagos.


Alimentará su rebaño como un pastor; llevará en sus brazos los corderos y los mantendrá cerca de su corazón. Guiará con delicadeza a las ovejas con crías.


Oh Señor, Dios de venganza, oh Dios de venganza, ¡haz que tu gloriosa justicia resplandezca!


Haznos volver a ti, oh Señor Dios de los Ejércitos Celestiales; haz que tu rostro brille sobre nosotros. Solo entonces seremos salvos.


Pero rechazó a los descendientes de José; no escogió a la tribu de Efraín.


Pero guio a su propio pueblo como a un rebaño de ovejas; los condujo a salvo a través del desierto.


Sálvame oh Dios, porque las aguas de la inundación me llegan al cuello.


Nos has rechazado, oh Dios, y quebraste nuestras defensas. Te enojaste con nosotros; ahora, restáuranos al gozo de tu favor.


Escucha mi oración, oh Dios; ¡no pases por alto mi grito de auxilio!


Hermosas palabras conmueven mi corazón; por eso recitaré un bello poema acerca del rey, pues mi lengua es como la pluma de un hábil poeta.


Oh Señor, óyeme cuando oro; presta atención a mi gemido.


¿Qué ganas con oprimirme? ¿Por qué me rechazas, siendo yo obra de tus manos, mientras miras con favor los planes de los malvados?


En presencia del Señor, el rey hizo la siguiente oración: «¡Oh Señor, Dios de Israel, tú estás entronizado entre los poderosos querubines! Solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Solo tú creaste los cielos y la tierra.


«El Señor vino desde el monte Sinaí y se nos apareció en el monte Seir; resplandeció desde el monte Parán y llegó desde Meriba-cades con llamas de fuego en la mano derecha.


El Señor, el Poderoso, es Dios y habló; convocó a toda la humanidad desde donde sale el sol hasta donde se pone.


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