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Romanos 11:1 - Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Entonces pregunto: ¿acaso Dios ha rechazado a su propio pueblo, la nación de Israel? ¡Por supuesto que no! Yo mismo soy israelita, descendiente de Abraham y miembro de la tribu de Benjamín.

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Biblia Reina Valera 1960

1 Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Entonces debo preguntar: ¿Es posible que Dios haya rechazado a su pueblo? ¡Por supuesto que no! Yo también soy israelita, descendiente de Abrahán y de la tribu de Benjamín.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? ¡De ninguna manera!° Porque también yo soy israelita, de la descendencia° de Abraham, de la tribu de Benjamín.°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Sigo, pues, preguntando: ¿es que Dios ha rechazado a su pueblo? ¡Ni pensarlo! Que también yo soy israelita, de la descendencia de Abrahán, de la tribu de Benjamín.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

1 Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? ¡En ninguna manera! Porque también yo soy israelita, de la simiente de Abraham, de la tribu de Benjamín.

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Romanos 11:1
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¿Son ellos hebreos? Yo también lo soy. ¿Son israelitas? También lo soy yo. ¿Son descendientes de Abraham? También yo.


El Señor no abandonará a su pueblo, porque eso traería deshonra a su gran nombre. Pues le agradó al Señor hacerlos su pueblo.


Fui circuncidado cuando tenía ocho días de vida. Soy un ciudadano de Israel de pura cepa y miembro de la tribu de Benjamín, ¡un verdadero hebreo como no ha habido otro! Fui miembro de los fariseos, quienes exigen la obediencia más estricta a la ley judía.


»Como bien saben los líderes judíos, desde mi temprana infancia recibí una completa capacitación judía entre mi propia gente y también en Jerusalén.


Entonces Pablo dijo: «Soy judío, nacido en Tarso, una ciudad de Cilicia, y fui criado y educado aquí en Jerusalén bajo el maestro Gamaliel. Como estudiante de él, fui cuidadosamente entrenado en nuestras leyes y costumbres judías. Llegué a tener un gran celo por honrar a Dios en todo lo que hacía, tal como todos ustedes hoy.


Mi Dios rechazará al pueblo de Israel porque no quiere escuchar ni obedecer. Será un vagabundo, sin hogar entre las naciones.


El Señor no rechazará a su pueblo; no abandonará a su posesión más preciada.


por mi pueblo, mis hermanos judíos. Yo estaría dispuesto a vivir bajo maldición para siempre —¡separado de Cristo!— si eso pudiera salvarlos.


¡Por supuesto que no! Aun cuando todos los demás sean mentirosos, Dios es veraz. Como dicen las Escrituras acerca de él: «Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices, y ganarás tu caso en los tribunales».


Pues el Señor dijo: «También expulsaré a Judá de mi presencia, así como expulsé a Israel; y rechazaré a Jerusalén, mi ciudad escogida, y al templo donde debía honrarse mi nombre».


¿Me habrá rechazado para siempre el Señor? ¿Nunca más volverá a ser bondadoso conmigo?


Les diré: irá y matará a esos agricultores y alquilará el viñedo a otros». —¡Qué terrible que suceda algo así! —protestaron los oyentes.


¿Acaso el pueblo de Dios tropezó y cayó sin posibilidad de recuperarse? ¡De ninguna manera! El pueblo fue desobediente, por eso Dios puso la salvación al alcance de los gentiles. Sin embargo, él quería que su propio pueblo sintiera celos y la reclamara para sí.


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