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Lucas 7:13 - Biblia Nueva Traducción Viviente

13 Cuando el Señor la vio, su corazón rebosó de compasión. «No llores», le dijo.

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Biblia Reina Valera 1960

13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

13 Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: 'No llores.

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La Biblia Textual 3a Edicion

13 Al verla, el Señor fue movido a compasión a causa de ella, y le dijo: No llores.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

13 Al verla, el Señor sintió compasión de ella y le dijo: 'No llores más'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.

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Lucas 7:13
36 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Cuando ellos sufrían, él también sufrió, y él personalmente los rescató. En su amor y su misericordia los redimió; los levantó y los tomó en brazos a lo largo de los años.


El Señor es como un padre con sus hijos, tierno y compasivo con los que le temen.


Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo, él nunca pecó.


Pero tú, oh Señor, eres Dios de compasión y misericordia, lento para enojarte y lleno de amor inagotable y fidelidad.


La casa estaba llena de personas que lloraban y se lamentaban, pero Jesús dijo: «¡Dejen de llorar! No está muerta; solo duerme».


»¿No es aún Israel mi hijo, mi hijo querido? —dice el Señor—. A menudo tengo que castigarlo, pero aun así lo amo. Por eso mi corazón lo anhela y ciertamente le tendré misericordia.


¡Oh Señor, eres tan bueno; estás tan dispuesto a perdonar, tan lleno de amor inagotable para los que piden tu ayuda!


Por lo tanto, era necesario que en todo sentido él se hiciera semejante a nosotros, sus hermanos, para que fuera nuestro Sumo Sacerdote fiel y misericordioso, delante de Dios. Entonces podría ofrecer un sacrificio que quitaría los pecados del pueblo.


—Apreciada mujer, ¿por qué lloras? —le preguntó Jesús—. ¿A quién buscas? Ella pensó que era el jardinero y le dijo: —Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo puso, y yo iré a buscarlo.


—Siento compasión por ellos. Han estado aquí conmigo durante tres días y no les queda nada para comer.


Entonces los israelitas dejaron los dioses ajenos para servir al Señor, y él se entristeció a causa del sufrimiento que experimentaban.


María era la misma mujer que tiempo después derramó el perfume costoso sobre los pies del Señor y los secó con su cabello. Su hermano, Lázaro, estaba enfermo.


quienes decían: «¡El Señor ha resucitado de verdad! Se le apareció a Pedro».


Los apóstoles le dijeron al Señor: —Muéstranos cómo aumentar nuestra fe.


Los que lloran o los que se alegran o los que compran cosas, no deberían ser absorbidos por sus lágrimas ni su alegría ni sus posesiones.


—Apreciada mujer, ¿por qué lloras? —le preguntaron los ángeles. —Porque se han llevado a mi Señor —contestó ella—, y no sé dónde lo han puesto.


Así que el Señor respondió: «¡Hipócritas! Cada uno de ustedes trabaja el día de descanso. ¿Acaso no desatan su buey o su burro y lo sacan del establo el día de descanso y lo llevan a tomar agua?


Después el Señor escogió a otros setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos delante de él a todas las ciudades y los lugares que tenía pensado visitar.


y los envió al Señor para que le preguntaran: «¿Eres tú el Mesías a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?».


Y ahora, amados hermanos, queremos que sepan lo que sucederá con los creyentes que han muerto, para que no se entristezcan como los que no tienen esperanza.


En ese momento, el Señor se volvió y miró a Pedro. De repente, las palabras del Señor pasaron rápidamente por la mente de Pedro: «Mañana por la mañana, antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces».


Cuando Jesús llegó a la entrada de la aldea, salía una procesión fúnebre. El joven que había muerto era el único hijo de una viuda, y una gran multitud de la aldea la acompañaba.


Luego se acercó al ataúd y lo tocó y los que cargaban el ataúd se detuvieron. «Joven —dijo Jesús—, te digo, levántate».


Una vez, Jesús estaba orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos se le acercó y le dijo: —Señor, enséñanos a orar, así como Juan les enseñó a sus discípulos.


Entonces el Señor le dijo: «Ustedes, los fariseos, son tan cuidadosos para limpiar la parte exterior de la taza y del plato pero están sucios por dentro, ¡llenos de avaricia y de perversidad!


Y el Señor respondió: —Un siervo fiel y sensato es aquel a quien el amo puede darle la responsabilidad de dirigir a los demás siervos y alimentarlos.


El Señor respondió: —Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a este árbol de moras: “Desarráigate y plántate en el mar”, ¡y les obedecería!


Entonces el Señor dijo: «Aprendan una lección de este juez injusto.


Mientras tanto, Zaqueo se puso de pie delante del Señor y dijo: —Señor, daré la mitad de mi riqueza a los pobres y, si estafé a alguien con sus impuestos, le devolveré cuatro veces más.


Entonces entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús.


Jesús sabía que los fariseos se habían enterado de que él hacía y bautizaba más discípulos que Juan


Varias barcas de Tiberias arribaron cerca del lugar donde el Señor había bendecido el pan y la gente había comido.


Así que las dos hermanas le enviaron un mensaje a Jesús que decía: «Señor, tu querido amigo está muy enfermo».


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