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Lamentaciones 2:2 - Biblia Nueva Traducción Viviente

2 El Señor ha destruido sin misericordia todas las casas en Israel. En su enojo derribó las murallas protectoras de la bella Jerusalén. Las derrumbó hasta el suelo y deshonró al reino y a sus gobernantes.

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Biblia Reina Valera 1960

2 Destruyó el Señor, y no perdonó; Destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob; Echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá, Humilló al reino y a sus príncipes.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

2 El Señor ha destruido sin piedad todas las moradas de Jacob; ha destruido, en su furor, las fortalezas de la Hija de Judá; ha echado por tierra, ha profanado al reino y a sus príncipes.

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La Biblia Textual 3a Edicion

2 b Adonay destruyó sin compasión todas las moradas de Jacob. Derribó en su indignación las fortalezas de la hija de Judá, Al rey y a sus príncipes echó por tierra deshonrados.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

2 Bet. Destruyó el Señor sin piedad todas las moradas de Jacob; derribó, en su furor, las fortalezas de la hija de Judá; echó por tierra, profanó al reino con sus jefes.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

2 Destruyó el Señor, y no perdonó; Devoró en su furor todas las tiendas de Jacob: Echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá, humilló el reino y a sus príncipes.

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Lamentaciones 2:2
32 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

»Nos envolviste en tu enojo, nos perseguiste y nos masacraste sin misericordia.


Sin embargo, es el Señor quien hizo exactamente lo que se había propuesto; cumplió las promesas de calamidad que hizo hace mucho tiempo. Destruyó a Jerusalén sin misericordia; hizo que sus enemigos se regodearan ante ella y sobre ella les dio poder.


Por eso yo he avergonzado a tus sacerdotes; he decretado la destrucción total de Jacob y la vergüenza para Israel.


Las altas murallas de Moab serán demolidas, derribadas al suelo, echadas al polvo.


Cuando te manifiestes, los arrojarás a un horno en llamas. En su enojo el Señor los consumirá; el fuego los devorará.


Por eso no les perdonaré la vida ni les tendré compasión. Les daré todo su merecido por lo que han hecho.


»Mira cómo yacen en las calles, jóvenes y viejos, niños y niñas, muertos por la espada del enemigo. Los mataste en tu enojo; los masacraste sin misericordia.


Así es, el Señor venció a Israel como lo hace un enemigo. Destruyó sus palacios y demolió sus fortalezas. Causó dolor y llanto interminable sobre la bella Jerusalén.


Él humilla a los orgullosos y derriba a la ciudad arrogante; él la echa al polvo.


Usamos las armas poderosas de Dios, no las del mundo, para derribar las fortalezas del razonamiento humano y para destruir argumentos falsos.


¿No deberías haber tenido compasión de tu compañero así como yo tuve compasión de ti?”.


Los descendientes de Esaú en Edom podrán decir: «Hemos sido destrozados, pero reconstruiremos las ruinas». No obstante, el Señor de los Ejércitos Celestiales responde: «Puede ser que intenten reconstruirlas, pero yo las derribaré de nuevo. Su país será conocido como “tierra de perversidad” y su pueblo será llamado “el pueblo con quien el Señor está para siempre enojado”.


Por lo tanto, responderé con furia. No les tendré compasión ni les perdonaré la vida y por más que clamen por misericordia, no los escucharé».


Miraré para otro lado y no te tendré compasión. Te daré tu merecido por todos tus pecados detestables. Entonces sabrás que soy yo, el Señor, quien da el golpe.


Miraré para otro lado y no te tendré compasión. Te daré tu merecido por todos tus pecados detestables. Entonces sabrás que yo soy el Señor.


»Tan cierto como que yo vivo, dice el Señor Soberano, te eliminaré por completo. No te tendré ninguna lástima porque has contaminado mi templo con tus imágenes repugnantes y tus pecados detestables.


Después de todo eso, dice el Señor, entregaré al rey Sedequías, a sus funcionarios y a todo el que en la ciudad sobreviva a la enfermedad, a la guerra y al hambre, en manos del rey Nabucodonosor de Babilonia y de sus otros enemigos. Él los masacrará y no les mostrará misericordia, piedad o compasión’”.


Los estrellaré el uno contra el otro, aun los padres contra los hijos, dice el Señor. No permitiré que mi lástima ni mi misericordia ni mi compasión me impidan destruirlos’”».


»Vayan por las hileras de los viñedos y destruyan las vides, pero dejen algunas con vida. Arranquen los sarmientos de las vides, porque esta gente no pertenece al Señor.


Pues yo estaba enojado con mi pueblo escogido y lo castigué al dejar que cayera en tus manos. Sin embargo, tú, Babilonia, no les tuviste compasión. Hasta oprimiste a los ancianos.


La gente está como las ramas secas de un árbol, que se arrancan y se usan para encender el fuego debajo de las ollas para cocinar. Israel es una nación tonta y necia, porque sus habitantes se han apartado de Dios. Por lo tanto, aquel que los hizo no les tendrá lástima ni misericordia.


El Señor de los Ejércitos Celestiales lo hizo para destruir tu orgullo y dejar por el suelo a toda la nobleza de la tierra.


Entonces el Señor le preguntó a Satanás: —¿Te has fijado en mi siervo Job? Es el mejor hombre en toda la tierra; es un hombre intachable y de absoluta integridad. Tiene temor de Dios y se mantiene apartado del mal. Además ha conservado su integridad a pesar de que tú me incitaste a que le hiciera daño sin ningún motivo.


Redujeron tu santuario a cenizas; profanaron el lugar que lleva tu nombre.


¡Oh, qué día de derrota tan aplastante! ¡Qué día de confusión y de terror enviado por el Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales, sobre el valle de la Visión! Las murallas de Jerusalén han sido derribadas y gritos de muerte resuenan desde las laderas de los montes.


Quitaré tus altares idólatras con las imágenes de Asera y destruiré tus ciudades paganas.


Atacarán tus ciudades hasta derribar todas las murallas fortificadas de tu territorio, esos muros en los que confiabas para protegerte. Atacarán todas las ciudades de la tierra que el Señor tu Dios te ha dado.


Pues mi enojo arde como el fuego y quema hasta las profundidades de la tumba. Devora la tierra y todos sus cultivos y enciende hasta los cimientos de las montañas.


«Esto dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: “Traeré desastre sobre esta ciudad y las aldeas vecinas como lo prometí, porque tercamente se negaron a escucharme”».


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