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Lamentaciones 2:18 - Biblia Nueva Traducción Viviente

18 ¡Lloren a viva voz delante del Señor, oh murallas de la bella Jerusalén! Que sus lágrimas corran como un río, de día y de noche. No se den descanso; no les den alivio a sus ojos.

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Biblia Reina Valera 1960

18 El corazón de ellos clamaba al Señor; Oh hija de Sion, echa lágrimas cual arroyo día y noche; No descanses, ni cesen las niñas de tus ojos.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

18 Hija de Sión, gime, clama al Señor; deja correr a torrentes tus lágrimas día y noche, no te des descanso, no cesen las fuentes de tus ojos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

18 x Su corazón clama a Adonay: ¡Oh muralla de la hija de Sión! Deja que tus lágrimas corran como un río día y noche; No te des reposo, no descansen las niñas de tus ojos.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

18 Sade. Clama al Señor, gime, hija de Sión; derrama lágrimas a torrentes de día y de noche, no te concedas reposo, no descansen las pupilas de tus ojos.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

18 El corazón de ellos clamaba al Señor: Oh muro de la hija de Sión, corran tus lágrimas como un arroyo día y noche; no descanses, ni cesen las niñas de tus ojos.

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Lamentaciones 2:18
14 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Oro con todo el corazón; ¡respóndeme, Señor! Obedeceré tus decretos.


El Señor decidió destruir las murallas de la bella Jerusalén. Hizo cuidadosos planes para su destrucción, después los llevó a cabo. Por eso, los terraplenes y las murallas cayeron ante él.


»Por todas estas cosas lloro; lágrimas corren por mis mejillas. No tengo a nadie que me consuele; todos los que podrían alentarme están lejos. Mis hijos no tienen futuro porque el enemigo nos ha conquistado».


¡Si tan solo mi cabeza fuera una laguna y mis ojos una fuente de lágrimas, lloraría día y noche por mi pueblo que ha sido masacrado!


Torrentes de lágrimas brotan de mis ojos, porque la gente desobedece tus enseñanzas.


Hasta las piedras de los muros gritan contra ti y las vigas de los techos le hacen eco a la queja.


En lugar de invocarme con corazón sincero, se quedan sentados en sus sillones y se lamentan. Se hacen cortaduras en el cuerpo y suplican grano y vino nuevo a dioses ajenos y se alejan de mí.


Durante toda la noche solloza; las lágrimas corren por sus mejillas. De todos sus amantes, no hay quien la consuele. Todos sus amigos la traicionaron y se volvieron sus enemigos.


Ahora bien, Jeremías, diles esto: »“Mis ojos derraman lágrimas día y noche. No puedo dejar de llorar porque mi hija virgen —mi pueblo precioso— ha sido derribada y yace herida de muerte.


Y si todavía se rehúsan a escuchar, lloraré a solas a causa de su orgullo. Mis ojos no podrán contener las lágrimas porque el rebaño del Señor será llevado al destierro.


Oigo gritos, como los de una mujer que está de parto, los gemidos de una mujer dando a luz a su primer hijo. Es la bella Jerusalén, que respira con dificultad y grita: «¡Socorro! ¡Me están matando!».


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