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Lamentaciones 1:21 - Biblia Nueva Traducción Viviente

21 »Otros oyeron mis lamentos, pero nadie se volvió para consolarme. Cuando mis enemigos se enteraron de mis tribulaciones, se pusieron felices al ver lo que habías hecho. Oh, manda el día que prometiste, cuando ellos sufrirán como he sufrido yo.

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Biblia Reina Valera 1960

21 Oyeron que gemía, mas no hay consolador para mí; Todos mis enemigos han oído mi mal, se alegran de lo que tú hiciste. Harás venir el día que has anunciado, y serán como yo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

21 Oye cómo gimo, y no hay quién me consuele. Mis enemigos conocieron mi desgracia y se alegran de lo que me has hecho. ¡Que venga el día que tienes anunciado! ¡Que ellos estén como yo estoy!

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La Biblia Textual 3a Edicion

21 v Oyeron que yo° gemía y no hay quien me consuele. Todos mis enemigos han oído mi mal, se regocijan que Tú° lo hiciste. ¡Haz que venga el día anunciado y sean ellos como yo!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

21 Sin. Oye cómo gimo: no tengo quien me consuele. Todos mis enemigos supieron mi desgracia, se alegraron por lo que tú hiciste. ¡Haz venir el día que anunciaste, y entonces serán como yo!

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

21 Oyeron que gemía, mas no hay consolador para mí: Todos mis enemigos han oído mi mal, se han alegrado de que tú lo hiciste. Harás venir el día que has anunciado, y serán como yo.

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Lamentaciones 1:21
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Jerusalén ha pecado grandemente, por eso fue desechada como un trapo sucio. Todos los que antes la honraban ahora la desprecian, porque vieron su desnudez y su humillación. Lo único que puede hacer es gemir y taparse la cara.


Todos los que pasan por tu camino te abuchean. Insultan a la bella Jerusalén y se burlan de ella diciendo: «¿Es esta la ciudad llamada “La más bella del mundo” y “La alegría de la tierra”?».


»Señor, mira todas sus maldades. Castígalos como me castigaste a mí por todos mis pecados. Son muchos mis gemidos y tengo el corazón enfermo de angustia».


»Por todas estas cosas lloro; lágrimas corren por mis mejillas. No tengo a nadie que me consuele; todos los que podrían alentarme están lejos. Mis hijos no tienen futuro porque el enemigo nos ha conquistado».


»Se alegran y regocijan, ustedes que despojaron a mi pueblo elegido. Retozan como becerros en el prado y relinchan como sementales.


Pero ahora que yo estoy en dificultades, ellos se ponen contentos; con aires de triunfo se unen en mi contra. Me ataca gente que ni siquiera conozco; me calumnian sin cesar.


Los caminos a Jerusalén están de luto, porque las multitudes ya no vienen para celebrar los festivales. En las puertas de la ciudad hay silencio, sus sacerdotes gimen, sus mujeres jóvenes lloran; ¡qué amarga es su suerte!


Durante toda la noche solloza; las lágrimas corren por sus mejillas. De todos sus amantes, no hay quien la consuele. Todos sus amigos la traicionaron y se volvieron sus enemigos.


»Le daré a Babilonia y a sus habitantes el pago que se merecen por todo el mal que le hizo a mi pueblo en Jerusalén», dice el Señor.


Háganle a ella lo que ella les ha hecho a otros. Denle doble castigo por todas sus maldades. Ella preparó una copa de terror para otros, así que preparen el doble para ella.


Miles y miles esperan en el valle de la decisión. Es allí donde llegará el día del Señor.


«Hijo de hombre, Tiro se alegró por la caída de Jerusalén diciendo: “¡Ajá! La que era la puerta de entrada a las prósperas rutas comerciales del oriente ha sido destruida y ¡ahora es mi turno! ¡Dado que ella quedó desolada, yo me enriqueceré!”.


Así como Babilonia mató a la gente de Israel y a la gente de otros pueblos por todo el mundo, así mismo debe morir su gente.


«Mira, pueblo arrogante, yo soy tu enemigo —dice el Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales—. Ha llegado el día de tu juicio, el día en que te castigaré.


»Manden llamar a los arqueros para que vengan a Babilonia. Rodeen la ciudad para que nadie escape. Háganle lo mismo que ella les hizo a otros, porque desafió al Señor, el Santo de Israel.


Lancen gritos de guerra contra Babilonia desde todas partes. ¡Miren! ¡Se rinde! Sus murallas han caído. Es la venganza del Señor, así que vénguense también ustedes. ¡Háganle lo mismo que ella les hizo a otros!


¿No ridiculizaste tú a los israelitas? ¿Fueron ellos acaso sorprendidos en compañía de ladrones para que tú los desprecies como lo haces?


»Pero todos los que te devoran serán devorados, y todos tus enemigos serán enviados al destierro. Todos los que te saquean serán saqueados, y todos los que te atacan serán atacados.


Dije en oración: «No dejes que mis enemigos se burlen de mí, ni que se regodeen en mi caída».


Pero el Señor simplemente se ríe, porque ve que el día de su juicio se acerca.


Pues el Señor aplastó tu poder malvado y puso fin a tu reino perverso.


Atacabas al pueblo con incesantes golpes de furia y dominabas a las naciones dentro de tu poder sofocante con una tiranía implacable.


Todos tus enemigos se burlan de ti; se mofan, gruñen y dicen: «¡Por fin la hemos destruido! ¡Hace mucho que esperábamos este día, y por fin llegó!».


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