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Job 42:11 - Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Entonces todos sus hermanos, hermanas y anteriores amigos vinieron y festejaron con él en su casa. Lo consolaron y lo alentaron por todas las pruebas que el Señor había enviado en su contra; y cada uno de ellos le regaló dinero y un anillo de oro.

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Biblia Reina Valera 1960

11 Y vinieron a él todos sus hermanos y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo aquel mal que Jehová había traído sobre él; y cada uno de ellos le dio una pieza de dinero y un anillo de oro.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Este vio volver a él a todos sus hermanos y hermanas, lo mismo que a los conocidos de antes. Comían con él en su casa lo compadecían y consolaban por todos los males que Yavé le había mandado. Cada uno de ellos le regaló una moneda de plata y un anillo de oro.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Y vinieron a él todos sus hermanos y todas sus hermanas y todos sus antiguos conocidos, y comieron con él en su casa, y se condolieron de él, y lo consolaron por toda la desgracia que YHVH había hecho venir sobre él. Y cada uno le dio una pieza de plata y un anillo de oro.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Acudieron entonces a él todos sus hermanos y hermanas y todos sus antiguos conocidos. Comieron con él en su casa, le expresaron su condolencia y lo consolaron por todas las desventuras que Yahveh le había infligido. Cada uno le regaló una moneda de plata y un anillo de oro.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

11 Y vinieron a él todos sus hermanos, y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo aquel mal que Jehová había traído sobre él; y cada uno de ellos le dio una pieza de dinero, y un zarcillo de oro.

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Job 42:11
18 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Cuando tres de los amigos de Job se enteraron de la tragedia que había sufrido, viajaron juntos desde sus respectivos hogares para consolarlo y confortarlo. Sus nombres eran Elifaz, el temanita; Bildad, el suhita y Zofar, el naamatita.


Cuando la vida de alguien agrada al Señor, hasta sus enemigos están en paz con él.


Cuando los camellos terminaron de beber, sacó un anillo de oro para la nariz de la muchacha y dos pulseras grandes de oro para sus muñecas.


Por lo tanto, renueven las fuerzas de sus manos cansadas y fortalezcan sus rodillas debilitadas.


Acuérdense de aquellos que están en prisión, como si ustedes mismos estuvieran allí. Acuérdense también de los que son maltratados, como si ustedes mismos sintieran en carne propia el dolor de ellos.


Si una parte sufre, las demás partes sufren con ella y, si a una parte se le da honra, todas las partes se alegran.


Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran.


Sin embargo, yo les daría palabras de ánimo; intentaría aliviar su dolor.


Tus palabras daban apoyo a los que caían; animabas a los de rodillas temblorosas.


Sin embargo, había unos sinvergüenzas que se quejaban: «¿Cómo puede este hombre salvarnos?». Y lo despreciaban y se negaban a llevarle regalos; pero Saúl no les hizo caso. [Nahas, rey de los amonitas, había estado oprimiendo gravemente a los habitantes de Gad y de Rubén que vivían al oriente del río Jordán. Les sacó el ojo derecho a todos los israelitas que vivían allí, y no permitía que nadie viniera a rescatarlos. De hecho, de todos los israelitas que vivían al oriente del río Jordán, no había uno solo a quien Nahas no le hubiera sacado el ojo derecho. Pero había siete mil hombres que habían escapado de los amonitas y se habían establecido en Jabes de Galaad].


Los huesos de José —los cuales los israelitas llevaron consigo cuando salieron de Egipto— fueron enterrados en Siquem, en la parcela que Jacob le había comprado a los hijos de Hamor por cien piezas de plata. Esa tierra estaba situada en el territorio asignado a los descendientes de José.


Toda su familia intentó consolarlo, pero él no quiso ser consolado. A menudo decía: «Me iré a la tumba llorando a mi hijo», y entonces sollozaba.


Después sacó joyas de plata y de oro, y vestidos, y se los dio a Rebeca. También entregó valiosos regalos a su hermano y a su madre.


y mucha gente se había acercado para consolar a Marta y a María por la pérdida de su hermano.


A los pobres hasta sus vecinos los desprecian, mientras que a los ricos les sobran «amigos».


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