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Job 2:12 - Biblia Nueva Traducción Viviente

12 Cuando vieron a Job de lejos, apenas lo reconocieron. Con fuertes lamentos, rasgaron sus vestidos y echaron polvo al aire sobre sus cabezas en señal de dolor.

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Biblia Reina Valera 1960

12 Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

12 Lo miraron de lejos y no lo reconocieron. Entonces se pusieron a llorar a gritos; rasgaron sus vestidos y se echaron polvo sobre la cabeza.

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La Biblia Textual 3a Edicion

12 Pero cuando alzaron los ojos desde lejos, no pudieron reconocerlo, y echaron a llorar a voz en cuello, y rasgaron sus vestiduras, y esparcieron polvo al aire sobre sus cabezas.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

12 Desde lejos alzaron la vista y no lo reconocieron. Entonces rompieron a llorar, se rasgaron las vestiduras y arrojaron polvo sobre sus cabezas.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

12 Y cuando alzaron los ojos desde lejos y no lo conocieron, alzaron su voz y lloraron; y cada uno de ellos rasgó su manto, y esparcieron polvo hacia el cielo sobre sus cabezas.

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Job 2:12
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Gritan fuerte por ti y lloran amargamente. Se echan polvo sobre la cabeza y se revuelcan en cenizas.


Los líderes de la bella Jerusalén se sientan en el suelo en silencio; están vestidos de tela áspera y se echan polvo sobre la cabeza. Las jóvenes de Jerusalén bajan la cabeza avergonzadas.


El 31 de octubre el pueblo volvió a reunirse en asamblea. Esta vez ayunaron, se vistieron de tela áspera y se echaron polvo sobre la cabeza.


Job se levantó y rasgó su vestido en señal de dolor; después se rasuró la cabeza y se postró en el suelo para adorar


Entonces Josué y los ancianos de Israel rasgaron sus ropas en señal de aflicción, se echaron polvo sobre la cabeza y se inclinaron rostro en tierra ante el arca del Señor hasta que cayó la tarde.


Y llorarán y echarán tierra sobre su cabeza para mostrar su dolor y clamarán: «¡Qué terrible, qué terrible para esa gran ciudad! Los dueños de barcos se hicieron ricos transportando por los mares la gran riqueza de ella. En un solo instante, se esfumó todo».


Mi familia se ha ido y mis amigos íntimos se olvidaron de mí.


Cuando Mardoqueo se enteró de todo lo que había ocurrido, se rasgó su ropa, se vistió de tela áspera, se arrojó ceniza y salió por la ciudad llorando a gritos con un amargo lamento.


Pronto llegaron, llorando y sollozando. Entonces el rey y todos sus siervos lloraron amargamente con ellos.


Cuando los mensajeros llegaron a Guibeá de Saúl y le contaron al pueblo acerca de su aprieto, todos se echaron a llorar.


Cuando el ángel del Señor terminó de hablar a los israelitas, el pueblo lloró a gritos.


Cuando Esaú oyó las palabras de su padre, lanzó un grito fuerte y lleno de amargura. —Oh padre mío, ¿y yo? ¡Bendíceme también a mí! —le suplicó.


Un hombre de la tribu de Benjamín corrió desde el campo de batalla y, más tarde ese mismo día, llegó a Silo. Había rasgado su ropa y echado polvo sobre su cabeza en señal de dolor.


Al oír esto, me rasgué el manto y la camisa, me arranqué el pelo de la cabeza y de la barba, y me senté completamente horrorizado.


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