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Jeremías 50:36 - Biblia Nueva Traducción Viviente

36 La espada golpeará a sus sabios consejeros y se volverán necios. La espada golpeará a sus guerreros más poderosos y el pánico se apoderará de ellos.

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Biblia Reina Valera 1960

36 Espada contra los adivinos, y se entontecerán; espada contra sus valientes, y serán quebrantados.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

36 ¡Espada para sus adivinos, para que se vuelvan tontos! ¡Espada para sus soldados, para que se acobarden!

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La Biblia Textual 3a Edicion

36 ¡Espada! contra sus adivinos, Y sean desconcertados. ¡Espada! contra sus valientes, Y sean aterrorizados.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

36 ¡Espada sobre los adivinos, para entontecerlos! ¡Espada sobre sus guerreros, para atemorizarlos!

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

36 Una espada está sobre los engañadores, y se atontarán; una espada está sobre sus hombres valientes, y serán quebrantados.

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Jeremías 50:36
22 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

¡Mira! El enemigo cae en picada como un águila, desplegando sus alas sobre Bosra. Aun los guerreros más poderosos estarán en agonía como mujer en trabajo de parto.


Tus tropas serán tan débiles e indefensas como mujeres. Las puertas de tu país se abrirán de par en par al enemigo; les prenderán fuego y se quemarán.


Expongo a los falsos profetas como mentirosos y dejo en ridículo a los adivinos; hago que los sabios den malos consejos, y así demuestro que son unos necios.


Fuera de la ciudad están los perros: los que practican la brujería, los que cometen inmoralidades sexuales, los asesinos, los que rinden culto a ídolos, y todos los que se deleitan en vivir una mentira.


»Pero los cobardes, los incrédulos, los corruptos, los asesinos, los que cometen inmoralidades sexuales, los que practican la brujería, los que rinden culto a ídolos y todos los mentirosos, tendrán su destino en el lago de fuego que arde con azufre. Esta es la segunda muerte».


Y la bestia fue capturada, y junto con ella, el falso profeta que hacía grandes milagros en nombre de la bestia; milagros que engañaban a todos los que habían aceptado la marca de la bestia y adorado a su estatua. Tanto la bestia como el falso profeta fueron lanzados vivos al lago de fuego que arde con azufre.


Cualquiera que enseñe algo diferente es arrogante y le falta entendimiento. Tal persona tiene el deseo enfermizo de cuestionar el significado de cada palabra. Esto provoca discusiones que terminan en celos, divisiones, calumnias y malas sospechas.


Estas personas son hipócritas y mentirosas, y tienen muerta la conciencia.


Todos los que te vean se alejarán de ti y dirán: “Nínive yace en ruinas. ¿Dónde están los que lloran por ella?”. ¿Lamenta alguien tu destrucción?».


¡Nínive es como una represa agrietada que deja escapar a su gente! «¡Deténganse, deténganse!», grita alguien, pero nadie siquiera mira hacia atrás.


Se han cortado todas las rutas de fuga. Los pantanos están en llamas y el ejército se llenó de pánico.


Sus guerreros más poderosos ya no luchan más. Permanecen en sus cuarteles, sin valentía; se volvieron como mujeres. Los invasores quemaron las casas y derribaron las puertas de la ciudad.


Contigo destrozaré a pastores y rebaños, a campesinos y bueyes, a capitanes y a oficiales.


Sus jóvenes caerán en las calles y morirán. Todos sus soldados serán matados», dice el Señor.


Yo conozco su insolencia —dice el Señor—, pero sus alardes están vacíos, tan vacíos como sus hechos.


Esto dice el Señor, tu Redentor, el Santo de Israel: «Por tu bien, enviaré un ejército contra Babilonia y obligaré a los babilonios a huir en esos barcos de los que están tan orgullosos.


Pero el rey lo interrumpió y le dijo: —¿Desde cuándo te nombré consejero del rey? ¡Cállate antes de que te mande matar! El profeta no insistió más pero hizo esta advertencia: —Yo sé que Dios ha decidido destruirte porque has hecho esto y te negaste a aceptar mi consejo.


Absalón y todos los hombres de Israel dijeron: «El consejo de Husai es mejor que el de Ahitofel». Pues el Señor había decidido frustrar el consejo de Ahitofel, que en realidad era un plan mejor, ¡para poder traer la calamidad sobre Absalón!


Cuando alguien le dijo a David que su consejero Ahitofel ahora respaldaba a Absalón, David oró: «¡Oh Señor, haz que Ahitofel le dé consejos necios a Absalón!».


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