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Jeremías 10:20 - Biblia Nueva Traducción Viviente

20 Mi casa está destruida, y no queda nadie que me ayude a reconstruirla. Se llevaron a mis hijos, y nunca volveré a verlos.

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Biblia Reina Valera 1960

20 Mi tienda está destruida, y todas mis cuerdas están rotas; mis hijos me han abandonado y perecieron; no hay ya más quien levante mi tienda, ni quien cuelgue mis cortinas.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

20 Pero ahora mi carpa está destruida y todos sus cordeles cortados. Mis hijos me han abandonado, no queda ninguno. Ya no hay nadie que pueda levantar mi carpa o extender mis toldos.

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La Biblia Textual 3a Edicion

20 Mi tienda ha sido destruida, Y todas mis cuerdas están rotas: Mis hijos me han abandonado y no existen. Ya no hay quien plante mi tienda, Ni quien alce mis cortinas.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

20 Mi tienda está devastada, todas mis cuerdas se han roto; mis hijos partieron de mi lado y ya no están, no hay ya quien despliegue mi tienda ni quien levante mis lonas.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

20 Mi tienda es destruida, y todas mis cuerdas están rotas; mis hijos se han ido de mí, y perecieron. No hay ya quien levante mi tienda, ni quien ponga mis cortinas.

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Jeremías 10:20
12 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Olas de destrucción cubren la tierra, hasta dejarla en completa desolación. Súbitamente mis carpas son destruidas; de repente mis refugios son demolidos.


Esto dice el Señor: «En Ramá se oye una voz: profunda angustia y llanto amargo. Raquel llora por sus hijos; se niega a que la consuelen, porque sus hijos se han ido».


Agranda tu casa; construye una ampliación. Extiende tu hogar y no repares en gastos.


Sus opresores son ahora sus amos y sus enemigos prosperan, porque el Señor castigó a Jerusalén por sus muchos pecados. Sus hijos fueron capturados y llevados a tierras lejanas.


Y he puesto mis palabras en tu boca y te he escondido a salvo dentro de mi mano. Yo extendí el cielo como un dosel y puse los cimientos de la tierra. Yo soy el que le dice a Israel: “¡Tú eres mi pueblo!”».


Los perversos mueren y no dejan rastro, mientras que la familia de los justos permanece firme.


Ahora me ves, pero no será por mucho tiempo; me buscarás, pero ya me habré ido.


Ni uno de tus hijos queda con vida para tomarte de la mano y guiarte.


Desalojaron a las mujeres de sus cómodos hogares y despojaron a sus hijos para siempre de todo lo que Dios les hubiera dado.


Te devolveré la salud y sanaré tus heridas —dice el Señor—, aunque te llamen desechada, es decir, “Jerusalén, de quien nadie se interesa”».


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