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Isaías 57:18 - Biblia Nueva Traducción Viviente

18 He visto lo que hacen, ¡pero aun así, los sanaré y los guiaré! Consolaré a los que se lamentan,

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Biblia Reina Valera 1960

18 He visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él y a sus enlutados;

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Biblia Católica (Latinoamericana)

18 y yo vi su conducta. Pero yo le devolveré la salud, lo alentaré y lo ayudaré a recuperarse. Y a los que están de duelo

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La Biblia Textual 3a Edicion

18 He visto sus caminos, pero lo sanaré, Le daré reposo y gran consuelo; Y a los que hacen duelo por él,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

18 he visto sus caminos. Pero voy a sanarlo y a guiarlo; voy a consolarlo. Y para sus afligidos

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

18 He visto sus caminos, y lo sanaré; y lo guiaré y le daré consuelo, a él y a sus enlutados.

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Isaías 57:18
32 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

»Sin embargo, llegará el día en que sanaré las heridas de Jerusalén y le daré prosperidad y verdadera paz.


Pues el Cordero que está en el trono será su Pastor. Él los guiará a manantiales del agua que da vida. Y Dios les secará cada lágrima de sus ojos.


«Vuelvan a mí, hijos descarriados —dice el Señor—, y les sanaré el corazón extraviado». «Sí, ya vamos —responde el pueblo—, porque tú eres el Señor nuestro Dios.


Hace tiempo el Señor le dijo a Israel: «Yo te he amado, pueblo mío, con un amor eterno. Con amor inagotable te acerqué a mí.


Y si todavía se rehúsan a escuchar, lloraré a solas a causa de su orgullo. Mis ojos no podrán contener las lágrimas porque el rebaño del Señor será llevado al destierro.


El Alto y Majestuoso que vive en la eternidad, el Santo, dice: «Yo vivo en el lugar alto y santo con los de espíritu arrepentido y humilde. Restauro el espíritu destrozado del humilde y reavivo el valor de los que tienen un corazón arrepentido.


No tendrán hambre ni sed, y el sol ardiente ya no los alcanzará. Pues el Señor en su misericordia los guiará; los guiará junto a aguas frescas.


La luna será tan resplandeciente como el sol, y el sol brillará siete veces más, como la luz de siete días en uno solo. Así será cuando el Señor comience a sanar a su pueblo y a curar las heridas que le hizo.


En aquel día, tú cantarás: «¡Te alabaré, oh Señor! Estabas enojado conmigo, pero ya no. Ahora me consuelas.


»Vengan ahora. Vamos a resolver este asunto —dice el Señor—. Aunque sus pecados sean como la escarlata, yo los haré tan blancos como la nieve. Aunque sean rojos como el carmesí, yo los haré tan blancos como la lana.


Hay esperanza solo para los que están vivos. Como se suele decir: «¡Más vale perro vivo que león muerto!».


Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que esté dispuesto a obedecerte.


En verdes prados me deja descansar; me conduce junto a arroyos tranquilos.


La ley de Dios fue entregada para que toda la gente se diera cuenta de la magnitud de su pecado, pero mientras más pecaba la gente, más abundaba la gracia maravillosa de Dios.


»Entonces regresó a la casa de su padre, y cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio llegar. Lleno de amor y de compasión, corrió hacia su hijo, lo abrazó y lo besó.


Cuando mi mente se llenó de dudas, tu consuelo renovó mi esperanza y mi alegría.


El Señor herirá a Egipto, y después lo sanará porque los egipcios se volverán al Señor, y él escuchará sus súplicas y los sanará.


No saldrán con prisa, como quien corre para salvar su vida. Pues el Señor irá delante de ustedes; atrás los protegerá el Dios de Israel.


Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz; fue azotado para que pudiéramos ser sanados.


El Señor los guiará continuamente; les dará agua cuando tengan sed y restaurará sus fuerzas. Serán como un huerto bien regado, como un manantial que nunca se seca.


Entonces el Señor le habló palabras buenas y consoladoras al ángel que conversaba conmigo.


Así que el Señor esperará a que ustedes acudan a él para mostrarles su amor y su compasión. Pues el Señor es un Dios fiel. Benditos son los que esperan su ayuda.


«Yo, sí, yo soy quien te consuela. Entonces, ¿por qué les temes a simples seres humanos que se marchitan como la hierba y desaparecen?


Te devolveré la salud y sanaré tus heridas —dice el Señor—, aunque te llamen desechada, es decir, “Jerusalén, de quien nadie se interesa”».


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