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Isaías 38:5 - Biblia Nueva Traducción Viviente

5 «Regresa y dile a Ezequías: “Esto dice el Señor, Dios de tu antepasado David: ‘He oído tu oración y he visto tus lágrimas. Te añadiré quince años más de vida

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Biblia Reina Valera 1960

5 Ve y di a Ezequías: Jehová Dios de David tu padre dice así: He oído tu oración, y visto tus lágrimas; he aquí que yo añado a tus días quince años.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

5 Esto has de decir a Ezequías de parte de Yavé, el Dios de su padre David: He escuchado tu oración, he visto tus lágrimas; y ahora te voy a dar quince años más de vida.

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La Biblia Textual 3a Edicion

5 Ve y di a Ezequías: YHVH, Dios de David tu padre dice así: He oído tu oración y visto tus lágrimas. He aquí, añado a tus días otros quince años.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 'Vuelve y di a Ezequías: así habla Yahveh, Dios de David, tu antepasado: he oído tu oración y he visto tus lágrimas. Voy, pues, a curarte, de suerte que dentro de tres días podrás subir al templo de Yahveh. Añadiré a tus días quince años más

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

5 Ve, y di a Ezequías: Jehová, el Dios de David tu padre, dice así: He oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo añado a tus días quince años.

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Isaías 38:5
29 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Pues el Cordero que está en el trono será su Pastor. Él los guiará a manantiales del agua que da vida. Y Dios les secará cada lágrima de sus ojos.


Tú llevas la cuenta de todas mis angustias y has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro.


pero el ángel le dijo: —¡No tengas miedo, Zacarías! Dios ha oído tu oración. Tu esposa, Elisabet, te dará un hijo, y lo llamarás Juan.


Él sana a los de corazón quebrantado y les venda las heridas.


Al Señor le conmueve profundamente la muerte de sus amados.


pero Dios, quien alienta a los desanimados, nos alentó con la llegada de Tito.


Después, Isaías, hijo de Amoz, le envió a Ezequías el siguiente mensaje: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “He oído tu oración con respecto al rey Senaquerib de Asiria,


“Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Por lo tanto, él es Dios de los que están vivos, no de los muertos.


Tenía veinticinco años cuando subió al trono y reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre se llamaba Abías, hija de Zacarías.


»Ahora, oh Señor, Dios de Israel, lleva a cabo la otra promesa que le hiciste a tu siervo David, mi padre, cuando le dijiste: “Si tus descendientes cuidan su comportamiento y me siguen con fidelidad, así como tú lo has hecho, siempre habrá uno de ellos sentado en el trono de Israel”.


y dijo: “¡Pablo, no temas, porque ciertamente serás juzgado ante el César! Además, Dios, en su bondad, ha concedido protección a todos los que navegan contigo”.


¡Oh Señor, oye mi oración! ¡Escucha mis gritos de auxilio! No cierres los ojos ante mis lágrimas. Pues soy tu invitado, un viajero de paso, igual que mis antepasados.


Tú has determinado la duración de nuestra vida. Tú sabes cuántos meses viviremos, y no se nos concederá ni un minuto más.


En el año catorce del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, atacó las ciudades fortificadas de Judá y las conquistó.


pero por amor a David, el Señor su Dios permitió que sus descendientes siguieran gobernando —brillando como una lámpara—, y le dio un hijo a Abiam para que reinara en Jerusalén después de él.


Durante el octavo año de su reinado, siendo aún joven, Josías comenzó a buscar al Dios de su antepasado David. Luego, en el año doce, empezó a purificar a Judá y a Jerusalén, destruyendo todos los santuarios paganos, los postes dedicados a la diosa Asera, los ídolos tallados y las imágenes fundidas.


Luego Isaías recibió este mensaje de parte del Señor:


El Señor ha escuchado mi ruego; el Señor responderá a mi oración.


Un tiempo para matar y un tiempo para sanar. Un tiempo para derribar y un tiempo para construir.


Después, Isaías, hijo de Amoz, le envió a Ezequías el siguiente mensaje: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Ya que oraste respecto al rey Senaquerib de Asiria,


Me oíste cuando clamé: «¡Escucha mi ruego! ¡Oye mi grito de socorro!».


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