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Isaías 32:11 - Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Tiemblen, mujeres de la buena vida; abandonen su autosuficiencia. Quítense sus ropas bonitas y pónganse tela áspera en señal de su dolor.

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Biblia Reina Valera 1960

11 Temblad, oh indolentes; turbaos, oh confiadas; despojaos, desnudaos, ceñid los lomos con cilicio.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 ¡Tiriten, despreocupadas, y asústense, ustedes que andan tan confiadas! Quítense la ropa y vístanse de saco.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 ¡Estremeceos las despreocupadas! ¡Temblad las que vivís confiadas! ¡Desnudaos del todo y ceñíos un sayal!°

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Estremeceos las descuidadas, temblad las confiadas, despojaos, desnudaos; ceñíos las caderas;

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

11 Temblad, oh mujeres indolentes; turbaos, oh confiadas: despojaos, desnudaos, ceñid los lomos con cilicio.

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Isaías 32:11
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En lugar de oler a dulce perfume, apestará. Usará una soga como faja y su elegante cabello se le caerá. Usará tela áspera en lugar de vestidos costosos, y la vergüenza reemplazará su belleza.


Sus años sobre la tierra los han pasado con lujos, satisfaciendo todos y cada uno de sus deseos. Se han dejado engordar para el día de la matanza.


De lo contrario, la desnudaré por completo, como estaba el día en que nació. Dejaré que muera de sed, como en un desierto desolado y árido.


«Clama, oh Hesbón, porque la ciudad de Hai quedó destruida. ¡Lloren, oh habitantes de Rabá! Pónganse ropa de luto. Lloren y giman, escondidos detrás de los arbustos, porque su dios Moloc será llevado a tierras lejanas junto con sus sacerdotes y funcionarios.


Oh, pueblo mío, vístete de tela áspera y siéntate entre las cenizas. Laméntate y llora amargamente, como el que pierde a un hijo único. ¡Pues los ejércitos destructores caerán de sorpresa sobre ti!


Así que póngase ropa de luto y lloren con el corazón destrozado, porque la ira feroz del Señor todavía está sobre nosotros.


Los pecadores de Jerusalén tiemblan de temor; el terror se apodera de los que no tienen a Dios. «¿Quién puede vivir con este fuego devorador? —claman—. ¿Quién puede sobrevivir a este fuego consumidor?».


Pues el rey de Asiria llevará prisioneros a los egipcios y a los etíopes. Los hará andar desnudos y descalzos, tanto jóvenes como ancianos, con las nalgas descubiertas para vergüenza de Egipto.


Vagarán por las calles vestidos de tela áspera; de cada hogar y plaza pública saldrá el sonido de gemidos.


mientras ellos se escabullen en cuevas y se esconden en los acantilados entre los peñascos. Tratarán de escapar del terror del Señor y de la gloria de su majestad, cuando él se levante para sacudir la tierra.


Cuando el Señor se levante para sacudir la tierra, sus enemigos se escabullirán en hoyos en el suelo. En cuevas en las rocas se esconderán del terror del Señor y de la gloria de su majestad.


servirás a los enemigos que el Señor enviará contra ti. Pasarás hambre y sed, andarás desnudo y carente de todo. El Señor te pondrá sobre el cuello un yugo de hierro que te oprimirá severamente hasta destruirte.


Ya estamos más que hartos de las burlas de los orgullosos y del desprecio de los arrogantes.


En ese día, el Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales, los llamó a llorar y a lamentarse. Les dijo que se raparan la cabeza en señal de dolor por sus pecados y que usaran ropa de tela áspera para expresar su remordimiento.


»Escucha esto, nación amante de los placeres, que vives cómodamente y te sientes segura. Tú dices: “Yo soy la única, y no hay otra. Nunca seré viuda ni perderé a mis hijos”.


«Por lo tanto, yo traeré sobre ustedes los desastres que he anunciado. Pueblo de Israel, ¡prepárate para encontrarte con tu Dios en el juicio!».


Esta es la ruidosa ciudad que un día fue tan segura. «¡Yo soy la más grande! —se jactaba—. ¡No hay otra ciudad que se compare conmigo!». Sin embargo, ahora, miren la ruina en la que se convirtió, un refugio de animales salvajes. Todo el que pase por allí se reirá con desdén y sacudirá su puño en señal de desafío.


Cuando los israelitas oyeron estas palabras tan duras, hicieron duelo y dejaron de usar joyas y ropa fina.


Lloren como una recién casada vestida de luto, quien llora la muerte de su esposo.


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