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Isaías 26:8 - Biblia Nueva Traducción Viviente

8 Señor, mostramos nuestra confianza en ti al obedecer tus leyes; el deseo de nuestro corazón es glorificar tu nombre.

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Biblia Reina Valera 1960

8 También en el camino de tus juicios, oh Jehová, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

8 ¡Ah, Yavé!, tú sabes que sólo buscamos el camino de tus preceptos. Tu nombre y tu memoria son el anhelo del alma.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 Oh YHVH, en la senda de tus juicios te esperamos, Tu Nombre y tu memoria son el anhelo del alma.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Sí, en la vereda de tus juicios te esperamos, Yahveh; tu nombre y tu recuerdo son el anhelo del alma.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

8 También en el camino de tus juicios, oh Jehová, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma.

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Isaías 26:8
39 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Pero tú, Señor, ten misericordia de nosotros, porque hemos esperado en ti. Sé nuestro brazo fuerte cada día y nuestra salvación en los tiempos difíciles.


Con tu poder formaste las montañas y te armaste de una fuerza poderosa.


Dios también le dijo a Moisés: —Así dirás al pueblo de Israel: “Yahveh, el Dios de sus antepasados, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes. Este es mi nombre eterno, el nombre que deben recordar por todas las generaciones”.


Que el Señor les guíe el corazón a un entendimiento total y a una expresión plena del amor de Dios, y a la perseverancia con paciencia que proviene de Cristo.


pero si deseamos algo que todavía no tenemos, debemos esperar con paciencia y confianza).


Una vez, mientras comía con ellos, les ordenó: «No se vayan de Jerusalén hasta que el Padre les envíe el regalo que les prometió, tal como les dije antes.


Esto dice el Señor: «Sean justos e imparciales con todos; hagan lo que es bueno y correcto, porque vendré pronto para rescatarlos y para manifestar mi justicia entre ustedes.


En aquel día, la gente proclamará: «¡Este es nuestro Dios! ¡Confiamos en él, y él nos salvó! Este es el Señor en quien confiamos. ¡Alegrémonos en la salvación que nos trae!».


En ese día maravilloso cantarán: «¡Den gracias al Señor! ¡Alaben su nombre! Cuenten a las naciones lo que él ha hecho; háganles saber lo poderoso que él es.


Oh mujeres de Jerusalén, prométanme: si encuentran a mi amante, díganle que desfallezco de amor.


Hay alegría para los que tratan con justicia a los demás y siempre hacen lo que es correcto.


Anhelo y hasta desfallezco de deseo por entrar en los atrios del Señor. Con todo mi ser, mi cuerpo y mi alma, gritaré con alegría al Dios viviente.


¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Te deseo más que cualquier cosa en la tierra.


Soy intachable delante de Dios; me he abstenido del pecado.


»¿Acaso no es a mi familia que Dios ha elegido? Sí, ha hecho un pacto eterno conmigo. Su pacto está arreglado y asegurado hasta el último detalle; él garantizará mi seguridad y mi éxito.


Estos son los mandatos y las ordenanzas que el Señor le dio al pueblo de Israel por medio de Moisés mientras acampaban en las llanuras de Moab junto al río Jordán, frente a Jericó.


Zacarías y Elisabet eran justos a los ojos de Dios y cuidadosos en obedecer todos los mandamientos y las ordenanzas del Señor.


«Acuérdense de obedecer la ley de Moisés, mi servidor, todos los decretos y ordenanzas que le entregué en el monte Sinaí para todo Israel.


En cuanto a mí, busco la ayuda del Señor. Espero confiadamente que Dios me salve, y con seguridad mi Dios me oirá.


Así que el Señor esperará a que ustedes acudan a él para mostrarles su amor y su compasión. Pues el Señor es un Dios fiel. Benditos son los que esperan su ayuda.


Yo cuento con el Señor; sí, cuento con él. En su palabra he puesto mi esperanza.


En las tierras del oriente, denle gloria al Señor; en las tierras más allá del mar, alaben el nombre del Señor, Dios de Israel.


Oh Señor, honraré y alabaré tu nombre, porque tú eres mi Dios. ¡Tú haces cosas maravillosas! Las planeaste hace mucho tiempo, y ahora las has realizado.


Oh Señor, Dios nuestro, otros nos han gobernado, pero tú eres el único a quien adoramos.


Reyes y reinas te servirán y atenderán a todas tus necesidades. Se inclinarán hasta el suelo ante ti y lamerán el polvo de tus pies. Entonces sabrás que yo soy el Señor. Los que confían en mí nunca serán avergonzados».


«Escúchame, pueblo mío; óyeme, Israel, porque mi ley será proclamada y mi justicia llegará a ser una luz para las naciones.


Aunque las naciones que nos rodean sigan a sus ídolos, nosotros seguiremos al Señor nuestro Dios por siempre y para siempre.


Tengo sed de Dios, del Dios viviente. ¿Cuándo podré ir para estar delante de él?


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