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Isaías 22:4 - Biblia Nueva Traducción Viviente

4 Por eso dije: «Déjenme a solas para llorar; no intenten consolarme. Déjenme llorar por mi pueblo mientras presencio su destrucción».

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Biblia Reina Valera 1960

4 Por esto dije: Dejadme, lloraré amargamente; no os afanéis por consolarme de la destrucción de la hija de mi pueblo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 Por eso digo: 'Apártense de mí para que pueda llorar amargamente. No traten de consolarme por el desastre de la hija de mi pueblo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 Por eso digo: Apartad la mirada de mí, Expresaré mi amargura con llanto. No os afanéis en consolarme por la destrucción de la hija de mi pueblo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 Por eso digo: 'No me miréis, lloraré amargamente; no porfiéis en consolarme por la ruina de la hija de mi pueblo'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

4 Por esto dije: Dejadme, lloraré amargamente; no os afanéis por consolarme de la destrucción de la hija de mi pueblo.

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Isaías 22:4
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¡Si tan solo mi cabeza fuera una laguna y mis ojos una fuente de lágrimas, lloraría día y noche por mi pueblo que ha sido masacrado!


«En Ramá se oyó una voz: llanto y gran lamento. Raquel llora por sus hijos; se niega a que la consuelen, porque están muertos».


Por lo tanto, lloraré y me lamentaré; andaré descalzo y desnudo. Aullaré como un chacal y gemiré como un búho.


Esto dice el Señor: «En Ramá se oye una voz: profunda angustia y llanto amargo. Raquel llora por sus hijos; se niega a que la consuelen, porque sus hijos se han ido».


Y si todavía se rehúsan a escuchar, lloraré a solas a causa de su orgullo. Mis ojos no podrán contener las lágrimas porque el rebaño del Señor será llevado al destierro.


Cuando estaba en graves dificultades, busqué al Señor. Toda la noche oré con las manos levantadas hacia el cielo, pero mi alma no encontró consuelo.


Al acercarse a Jerusalén, Jesús vio la ciudad delante de él y comenzó a llorar, diciendo:


Se valieron de los informes que circulan entre nosotros dados por testigos oculares, los primeros discípulos.


De repente, las palabras de Jesús pasaron rápidamente por la mente de Pedro: «Antes de que cante el gallo, negarás tres veces que me conoces». Y Pedro salió llorando amargamente.


Mi dolor no tiene remedio; mi corazón está destrozado.


Oh, pueblo mío, vístete de tela áspera y siéntate entre las cenizas. Laméntate y llora amargamente, como el que pierde a un hijo único. ¡Pues los ejércitos destructores caerán de sorpresa sobre ti!


¡Mi corazón, mi corazón, me retuerzo de dolor! ¡Mi corazón retumba dentro de mí! No puedo quedarme quieto. Pues he escuchado el sonar de las trompetas enemigas y el bramido de sus gritos de guerra.


Pero ahora tus valientes guerreros lloran en público; tus embajadores de paz lloran con amarga desilusión.


Vagarán por las calles vestidos de tela áspera; de cada hogar y plaza pública saldrá el sonido de gemidos.


¡Rápido! ¡Comiencen a llorar! Que las lágrimas fluyan de sus ojos.


Lloré hasta que no tuve más lágrimas; mi corazón está destrozado. Mi espíritu se derrama de angustia al ver la situación desesperada de mi pueblo. Los niños y los bebés desfallecen y mueren en las calles.


Se rapan la cabeza en señal de duelo por ti y se visten de tela áspera. Lloran por ti con gran amargura y profundo dolor.


Cuando Mardoqueo se enteró de todo lo que había ocurrido, se rasgó su ropa, se vistió de tela áspera, se arrojó ceniza y salió por la ciudad llorando a gritos con un amargo lamento.


Sí, ahora mismo la espada está siendo afilada y pulida; se prepara para el verdugo.


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