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Isaías 17:14 - Biblia Nueva Traducción Viviente

14 En la noche, Israel espera aterrado; pero al amanecer, sus enemigos están muertos. Esta es la justa recompensa para quienes nos saquean, un final apropiado para quienes nos destruyen.

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Biblia Reina Valera 1960

14 Al tiempo de la tarde, he aquí la turbación, pero antes de la mañana el enemigo ya no existe. Esta es la parte de los que nos aplastan, y la suerte de los que nos saquean.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

14 Espanto, al caer la tarde, pero antes de amanecer ya no queda nadie. Esa será la suerte de nuestros opresores, el destino de los que nos saquean.

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La Biblia Textual 3a Edicion

14 He aquí, al anochecer se presenta el terror, Pero antes del amanecer ya no existen. Tal es el destino de los que nos oprimen, La suerte de quienes nos saquean.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

14 Al llegar la tarde, mirad: terror repentino; a la mañana ya no existen. Éste es el destino de quienes nos saquean, la suerte de quienes nos despojan.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

14 Al tiempo de la tarde he aquí turbación; y antes de la mañana ya no es. Esta es la porción de los que nos despojan, y la suerte de los que nos saquean.

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Isaías 17:14
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Esa noche el ángel del Señor fue al campamento asirio y mató a 185.000 soldados. Cuando los asirios que sobrevivieron se despertaron a la mañana siguiente, encontraron cadáveres por todas partes.


porque el Señor es su defensor. Él destruirá a todo el que los destruya.


No será necesario cortar leña de los campos ni de los bosques, porque de esas armas obtendrán toda la leña que necesiten. Saquearán a quienes pensaban saquearlos y robarán a quienes pensaban robarles, dice el Señor Soberano.


Esta es tu asignación, la porción que te he dado —dice el Señor—, porque ustedes me han olvidado y han puesto su confianza en dioses falsos.


En esos días Israel estaba consagrado al Señor; era el primero de sus hijos. Todos los que lastimaron a su pueblo fueron declarados culpables, y sobre ellos cayó la calamidad. ¡Yo, el Señor, he hablado!”».


¡Qué aflicción les espera a ustedes, asirios, que han destruido a otros, pero nunca han sido destruidos! Traicionan a los demás, pero nunca han sido traicionados. Cuando terminen de destruir, serán destruidos. Cuando terminen de traicionar, serán traicionados.


Pero cuando volví a mirar, ¡habían desaparecido! ¡Aunque los busqué, no pude encontrarlos!


Esa es la recompensa que Dios da a los malvados; es la herencia decretada por Dios».


Ellos le dijeron: «El rey Ezequías dice: “Hoy es un día de dificultad, insulto y deshonra. Es como cuando un niño está a punto de nacer, pero la madre no tiene fuerzas para dar a luz.


»¡Señor, que todos tus enemigos mueran como Sísara; pero los que te aman, que se levanten como el sol cuando brilla con toda su fuerza!». Después hubo paz en la tierra durante cuarenta años.


Dentro de poco se acabará mi enojo contra ustedes, y después mi ira se levantará para destruirlos a ellos».


»Pero de pronto, tus despiadados enemigos serán aplastados como el polvo más fino. Tus numerosos atacantes serán expulsados como la paja ante el viento. De repente, en un instante,


Todas las naciones que pelean contra Jerusalén ¡desaparecerán como un sueño! Los que atacan sus murallas se esfumarán como una visión en la noche.


Recordarán este tiempo de terror y preguntarán: «¿Dónde están los oficiales asirios que contaban nuestras torres? ¿Dónde están los contadores que anotaban el botín sacado de nuestra ciudad caída?».


Él ha medido y dividido la tierra, y se la ha dado en propiedad a esas criaturas. Ellas la poseerán para siempre, de generación en generación.


Buscarás en vano a los que trataron de conquistarte. Los que te ataquen quedarán en la nada.


pero yo despojaré la tierra de Edom y no habrá lugar dónde esconderse. Sus hijos, hermanos y vecinos serán todos destruidos, y Edom no existirá más.


El centinela contesta: «Ya llega la mañana, pero pronto volverá la noche. Si quieres preguntar otra vez, entonces regresa y pregunta».


Sin embargo, traeré desastre sobre ustedes, y habrá mucho llanto y dolor. Pues Jerusalén se convertirá en lo que significa su nombre, Ariel: un altar cubierto de sangre.


Su ardiente aliento fluye como una inundación hasta el cuello de sus enemigos. Él zarandeará a las naciones soberbias para destrucción; les pondrá el freno en la boca y las llevará a la ruina.


La tierra de Judá será la preciada posesión del Señor en la tierra santa y él elegirá una vez más a Jerusalén para ser su propia ciudad.


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