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Isaías 10:32 - Biblia Nueva Traducción Viviente

32 El enemigo se detiene en Nob por el resto del día; amenaza con el puño al hermoso monte de Sion, el monte de Jerusalén.

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Biblia Reina Valera 1960

32 Aún vendrá día cuando reposará en Nob; alzará su mano al monte de la hija de Sion, al collado de Jerusalén.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

32 Hoy mismo hará un alto en Nob, y extenderá su brazo sobre el cerro de la hija de Sión, la colina de Jerusalén...

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La Biblia Textual 3a Edicion

32 Hoy mismo hace alto en Nob,° Ya agita la mano contra el monte de las hijas de Sión, La colina de Jerusalem.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

32 Aún hoy hace alto en Nob, agita su mano contra el monte de la hija de Sión, contra la colina de Jerusalén.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

32 Aún vendrá día cuando reposará en Nob; alzará su mano contra el monte de la hija de Sión, al collado de Jerusalén.

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Isaías 10:32
21 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

David fue a la ciudad de Nob para ver al sacerdote Ahimelec. Cuando Ahimelec lo vio, se puso a temblar. —¿Por qué estás solo? —le preguntó—. ¿Por qué nadie te acompaña?


Levantaré mi puño para aplastarlos y sus propios esclavos los saquearán». Entonces ustedes sabrán que el Señor de los Ejércitos Celestiales me ha enviado.


el Señor ha pronunciado estas palabras en su contra: »”La hija virgen de Sion te desprecia y se ríe de ti. La hija de Jerusalén menea la cabeza con desdén mientras tú huyes.


En aquel día, los egipcios serán tan débiles como las mujeres. Se encogerán de miedo bajo el puño levantado del Señor de los Ejércitos Celestiales.


Después se dirigió a Nob, la ciudad de los sacerdotes, y mató a las familias de los sacerdotes —hombres y mujeres, niños y recién nacidos— y a todo el ganado, burros, ovejas y cabras.


Están armados con arcos y lanzas; son crueles y no perdonan a nadie. Cuando avanzan montados a caballo se oyen como el rugido del mar. Vienen en formación de batalla, con planes de destruirte, hermosa Jerusalén».


«Levanta una bandera de señales en la cumbre descubierta de una colina; llama al ejército contra Babilonia. Hazles señas con la mano para darles ánimo mientras marchan hacia los palacios de los grandes y poderosos.


El Señor abrirá un camino seco a través del golfo del mar Rojo. Moverá su mano sobre el río Éufrates y enviará un poderoso viento para dividirlo en siete corrientes, de manera que se podrá cruzar a pie con facilidad.


Así que esto dice el Señor, el Señor de los Ejércitos Celestiales: «Oh, mi pueblo de Sion, no temas a los asirios cuando te opriman con vara y con garrote como lo hicieron los egipcios hace mucho tiempo.


En los últimos días, el monte de la casa del Señor será el más alto de todos, el lugar más importante de la tierra. Se levantará por encima de las demás colinas, y gente del mundo entero vendrá allí para adorar.


La hermosa Jerusalén está abandonada como el refugio del cuidador en un viñedo, como la choza en un campo de pepinos después de la cosecha, como una ciudad indefensa y sitiada.


También vivían en Anatot, Nob, Ananías,


Entonces Doeg el edomita, que se encontraba entre los hombres de Saúl, habló: —Cuando estaba en Nob, vi al hijo de Isaí hablando con el sacerdote Ahimelec, hijo de Ahitob.


Allá va la gente de Madmena; todos huyen. Los ciudadanos de Gebim tratan de esconderse.


Envíen corderos de Sela como tributo al gobernante de la tierra. Envíenlos a través del desierto hasta el monte de la hermosa Sion.


—El rey me envió en un asunto privado —dijo David—. Me pidió que no le contara a nadie por qué estoy aquí. Les dije a mis hombres dónde buscarme después.


Después de que Ezequías llevó a cabo fielmente este trabajo, Senaquerib, rey de Asiria, invadió Judá. Sitió las ciudades fortificadas y dio órdenes a su ejército para que penetraran las murallas.


Cuando Ezequías se dio cuenta de que Senaquerib también pensaba atacar Jerusalén,


y cubrirá a Judá hasta la barbilla. Extenderá sus alas y sumergirá a tu tierra de un extremo al otro, oh Emanuel.


Sin embargo, traeré desastre sobre ustedes, y habrá mucho llanto y dolor. Pues Jerusalén se convertirá en lo que significa su nombre, Ariel: un altar cubierto de sangre.


Pues la herida de mi pueblo es demasiado profunda para sanar. Ha llegado hasta Judá, aun hasta las puertas de Jerusalén.


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