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Isaías 1:9 - Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Si el Señor de los Ejércitos Celestiales no hubiera perdonado la vida a unos cuantos entre nosotros, habríamos sido exterminados como Sodoma y destruidos como Gomorra.

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Biblia Reina Valera 1960

9 Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sodoma fuéramos, y semejantes a Gomorra.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

9 ¡Menos mal que Yavé de los Ejércitos no ha dejado un resto! Pues por poco nos parecemos a Sodoma y somos igual que Gomorra.

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 Si YHVH Sebaot no nos hubiera dejado un pequeño remanente, Habríamos llegado a ser como Sodoma, semejantes a Gomorra.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Si Yahveh Sebaot no nos hubiera dejado un resto, seríamos como Sodoma, semejantes a Gomorra.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

9 Si Jehová de los ejércitos no nos hubiese dejado un pequeño remanente, seríamos como Sodoma, y semejantes a Gomorra.

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Isaías 1:9
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Y lo mismo dijo Isaías en otro lugar: «Si el Señor de los Ejércitos Celestiales no hubiera perdonado la vida a unos cuantos de nuestros hijos, habríamos sido exterminados como Sodoma y destruidos como Gomorra».


Enseguida el Señor hizo llover de los cielos fuego y azufre ardiente sobre Sodoma y Gomorra.


¡El fiel amor del Señor nunca se acaba! Sus misericordias jamás terminan.


«Destruí algunas de sus ciudades, así como destruí Sodoma y Gomorra. Ustedes que sobrevivieron parecían tizones rescatados del fuego; pero aun así, no se volvieron a mí», dice el Señor.


Tal vez el Señor tu Dios haya oído al jefe del Estado Mayor asirio, que fue enviado por el rey para desafiar al Dios viviente, y lo castigue por sus palabras. ¡Te rogamos que ores por los que hemos quedado!”».


Es lo mismo en toda la tierra: solo queda un remanente, como las aceitunas sueltas que quedan en el olivo o las pocas uvas que quedan en la vid después de la cosecha.


Solo quedarán unos cuantos de su pueblo, como aceitunas sueltas en un olivo después de la cosecha. Solo dos o tres quedan en las ramas más altas, cuatro o cinco esparcidas aquí y allá entre las restantes», proclama el Señor, Dios de Israel.


Si aún sobrevive una décima parte, un remanente, volverá a ser invadida y quemada. Pero así como el terebinto o el roble dejan un tocón cuando se cortan, también el tocón de Israel será una semilla santa.


Finalmente, Abraham dijo: —Señor, por favor, no te enojes conmigo si hablo una vez más. ¿Y si hubiera tan solo diez? Y el Señor contestó: —Entonces no la destruiré por causa de esos diez.


Con respecto a Israel, el profeta Isaías clamó: «Aunque los hijos de Israel son tan numerosos como la arena a la orilla del mar, solo un remanente se salvará.


Sin embargo, la puerta de acceso a la vida es muy angosta y el camino es difícil, y son solo unos pocos los que alguna vez lo encuentran.


Ahora, tan cierto como que yo vivo —dice el Señor de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel—, Moab y Amón serán destruidos, aniquilados por completo, igual que Sodoma y Gomorra. Su tierra será un lugar de ortigas, de pozos de sal y de desolación eterna. El remanente de mi pueblo los saqueará y tomará su tierra».


«He oído todo acerca de ti, Señor. Estoy maravillado por tus hechos asombrosos. En este momento de profunda necesidad, ayúdanos otra vez como lo hiciste en el pasado. Y en tu enojo, recuerda tu misericordia.


Pero todo el que invoque el nombre del Señor será salvo; pues algunos que están en el monte Sion en Jerusalén escaparán, tal como el Señor lo ha dicho. Estos se contarán entre los sobrevivientes a quienes el Señor ha llamado.


»”Sin embargo, permitiré que algunos de mi pueblo escapen de la destrucción y esos pocos serán esparcidos entre las naciones del mundo.


La culpa de mi pueblo es mayor que la de Sodoma, donde, en un instante, cayó el desastre total y nadie ofreció ayuda.


Sin embargo, preservaré a otros siete mil en Israel, ¡quienes nunca se han inclinado ante Baal ni lo han besado!


Exclamarán: “Toda esta tierra quedó devastada con azufre y sal. Es una tierra baldía, sin cultivos, donde no crece nada, ni siquiera un tallo de pasto. Es como las ciudades de Sodoma y Gomorra, Adma y Zeboim, las cuales el Señor destruyó en su intenso enojo”.


Tiempo después, Dios condenó las ciudades de Sodoma y Gomorra, y las redujo a montones de cenizas. Las puso como ejemplo de lo que le sucederá a la gente que vive sin Dios.


Sin embargo, habrá sobrevivientes, quienes vendrán aquí, desterrados como ustedes en Babilonia. Ustedes verán con sus propios ojos lo perversos que ellos son y entonces no se sentirán tan mal por lo que hice en Jerusalén.


Y el Señor contestó: —Si encuentro cincuenta personas justas en Sodoma, perdonaré a toda la ciudad por causa de ellos.


Y sus cuerpos quedarán tendidos en la calle principal de Jerusalén, la ciudad que simbólicamente se llama «Sodoma» y «Egipto», la ciudad en la cual su Señor fue crucificado.


Tal vez el Señor tu Dios haya oído al jefe del Estado Mayor asirio, que fue enviado por el rey para desafiar al Dios viviente, y lo castigue por sus palabras. ¡Te rogamos que ores por los que hemos quedado!”».


La hermosa Jerusalén está abandonada como el refugio del cuidador en un viñedo, como la choza en un campo de pepinos después de la cosecha, como una ciudad indefensa y sitiada.


En ese día, el Señor extenderá su mano por segunda vez para traer de regreso al remanente de su pueblo: los que queden en Asiria y el norte de Egipto; en el sur de Egipto, Etiopía y Elam; en Babilonia, Hamat y todas las tierras costeras distantes.


Abrirá una carretera para el remanente de su pueblo, el remanente que viene de Asiria, tal como lo hizo por Israel hace mucho tiempo cuando regresó de Egipto.


«Escúchenme, descendientes de Jacob, todos los que permanecen en Israel. Los he protegido desde que nacieron; así es, los he cuidado desde antes de nacer.


»Pero no los destruiré a todos —dice el Señor—. Tal como se encuentran uvas buenas en un racimo de uvas malas (y alguien dice: “¡No las tires todas; algunas de ellas están buenas!”), así mismo, no destruiré a todo Israel. Pues aún tengo verdaderos siervos allí.


¡Pero ahora veo que los profetas de Jerusalén son aún peores! Cometen adulterio y les encanta la deshonestidad. Alientan a los que hacen lo malo para que ninguno se arrepienta de sus pecados. Estos profetas son tan perversos como lo fue la gente de Sodoma y Gomorra».


Jeremías el profeta y le dijeron: —Por favor, ora al Señor tu Dios por nosotros. Como puedes ver, somos un pequeño remanente comparado con lo que éramos antes.


En esos días —dice el Señor—, no se encontrará pecado en Israel ni en Judá, porque perdonaré al remanente que yo guarde.


Por lo tanto, una maldición consume la tierra; sus habitantes tienen que pagar el precio por su pecado. El fuego los destruye, y solo unos cuantos quedan con vida.


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