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Hechos 2:10 - Biblia Nueva Traducción Viviente

10 de Frigia, Panfilia, Egipto y de las áreas de Libia alrededor de Cirene, visitantes de Roma

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Biblia Reina Valera 1960

10 en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos,

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 de Frigia, Panfilia, Egipto y de la parte de Libia que limita con Cirene. Hay forasteros que vienen de Roma, unos judíos y otros extranjeros, que aceptaron sus creencias,

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Frigia y también Panfilia, Egipto y las regiones de Libia junto a Cirene, y los romanos, forasteros,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de la región de Libia que está junto a Cirene, los peregrinos romanos,

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

10 en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las partes de Libia que está más allá de Cirene, y romanos extranjeros, tanto judíos como prosélitos,

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Hechos 2:10
34 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Luego, Pablo y Silas viajaron por la región de Frigia y Galacia, porque el Espíritu Santo les había impedido que predicaran la palabra en la provincia de Asia en ese tiempo.


»El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: en aquellos días, diez hombres de naciones e idiomas diferentes agarrarán por la manga a un judío y le dirán: “Por favor, permítenos acompañarte, porque hemos oído que Dios está contigo”».


Después de pasar un tiempo en Antioquía, Pablo regresó por Galacia y Frigia, donde visitó y fortaleció a todos los creyentes.


pero Pablo se opuso terminantemente ya que Juan Marcos los había abandonado en Panfilia y no había continuado con ellos en el trabajo.


Muchos judíos y devotos convertidos al judaísmo siguieron a Pablo y a Bernabé, y ambos hombres los exhortaban a que continuaran confiando en la gracia de Dios.


Luego Pablo y sus compañeros salieron de Pafos en barco rumbo a Panfilia y desembarcaron en la ciudad portuaria de Perge. Allí Juan Marcos los dejó y regresó a Jerusalén;


»El Señor de los Ejércitos Celestiales dice: gente de naciones y ciudades en todo el mundo viajará a Jerusalén.


Cuando vino a Roma, me buscó por todas partes hasta que me encontró.


Así que estoy ansioso por visitarlos también a ustedes, que están en Roma, para predicarles la Buena Noticia.


Navegando en mar abierto, pasamos por la costa de Cilicia y Panfilia, y desembarcamos en Mira, en la provincia de Licia.


Luego atravesaron nuevamente Pisidia y llegaron a Panfilia.


Sin embargo, algunos de los creyentes que fueron a Antioquía desde Chipre y Cirene les comenzaron a predicar a los gentiles acerca del Señor Jesús.


Un hombre llamado Simón, que pasaba por allí pero era de Cirene, venía del campo justo en ese momento, y los soldados lo obligaron a llevar la cruz de Jesús. (Simón era el padre de Alejandro y de Rufo).


En el camino, se encontraron con un hombre llamado Simón, quien era de Cirene, y los soldados lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.


»Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo;


Se apoderará del oro, de la plata y de los tesoros de Egipto; los libios y los etíopes serán sus sirvientes.


Etiopía, Libia, Lidia, toda Arabia y sus demás aliadas serán destruidas en esa guerra.


¡A la carga, caballos y carros de guerra; ataquen, poderosos guerreros de Egipto! ¡Vengan, todos ustedes aliados de Etiopía, Libia y Lidia que son hábiles con el escudo y el arco!


En aquel tiempo, un hambre terrible azotó la tierra de Canaán y obligó a Abram a descender a Egipto, donde vivió como extranjero.


Y sus cuerpos quedarán tendidos en la calle principal de Jerusalén, la ciudad que simbólicamente se llama «Sodoma» y «Egipto», la ciudad en la cual su Señor fue crucificado.


Les escribo a todos ustedes, los amados de Dios que están en Roma y son llamados a ser su pueblo santo. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les den gracia y paz.


Los hermanos de Roma se habían enterado de nuestra inminente llegada, y salieron hasta el Foro por el Camino Apio para recibirnos. En Las Tres Tabernas nos esperaba otro grupo. Cuando Pablo los vio, se animó y dio gracias a Dios.


Allí conoció a un judío llamado Aquila, nacido en la región del Ponto, quien estaba recién llegado de Italia junto con su esposa, Priscila. Habían salido de Italia cuando Claudio César deportó de Roma a todos los judíos.


Entre los profetas y maestros de la iglesia de Antioquía de Siria se encontraban Bernabé, Simeón (llamado «el Negro»), Lucio (de Cirene), Manaén (compañero de infancia del rey Herodes Antipas) y Saulo.


Cierto día, unos hombres de la sinagoga de los Esclavos Liberados —así la llamaban— comenzaron a debatir con él. Eran judíos de Cirene, Alejandría, Cilicia y de la provincia de Asia.


A todos les gustó la idea y eligieron a Esteban (un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo), a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás de Antioquía (quien anteriormente se había convertido a la fe judía).


y se quedaron allí hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi Hijo».


a los egipcios, a los edomitas, a los amonitas, a los moabitas, a la gente que vive en el desierto en lugares remotos, y sí, aun a la gente de Judá. Igual que todas estas naciones paganas, el pueblo de Israel también tiene el corazón incircunciso».


En cada provincia y ciudad, en cada lugar donde llegaba el decreto del rey, los judíos se alegraban mucho, festejaban a lo grande, y declararon día feriado y de celebración. También muchas personas del territorio se hicieron judíos por temor a lo que pudieran hacerles los judíos.


Esa noche el Señor se le apareció a Pablo y le dijo: «Ten ánimo, Pablo. Así como has sido mi testigo aquí en Jerusalén, también debes predicar la Buena Noticia en Roma».


»¡Qué aflicción les espera, maestros de la ley religiosa y fariseos! ¡Hipócritas! Pues cruzan tierra y mar para ganar un solo seguidor, ¡y luego lo convierten en un hijo del infierno dos veces peor que ustedes mismos!


(tanto judíos como convertidos al judaísmo), cretenses y árabes. ¡Y todos oímos a esta gente hablar en nuestro propio idioma acerca de las cosas maravillosas que Dios ha hecho!».


(Cabe explicar que todos los atenienses, al igual que los extranjeros que están en Atenas, al parecer pasan todo el tiempo discutiendo las ideas más recientes).


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