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Hebreos 10:5 - Biblia Nueva Traducción Viviente

5 Por eso, cuando Cristo vino al mundo, le dijo a Dios: «No quisiste sacrificios de animales ni ofrendas por el pecado. Pero me has dado un cuerpo para ofrecer.

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Biblia Reina Valera 1960

5 Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

5 Por eso, al entrar Cristo en el mundo dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, sino que me formaste un cuerpo.

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La Biblia Textual 3a Edicion

5 Por lo cual, entrando en el mundo, dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Pero me preparaste cuerpo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 Por eso, al entrar en el mundo, dice: Sacrificios y oblaciones no deseas, pero me preparaste un cuerpo;

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

5 Por lo cual, entrando en el mundo, dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo:

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Hebreos 10:5
26 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

«¿Qué les hace pensar que yo deseo sus sacrificios? —dice el Señor—. Estoy harto de sus ofrendas quemadas de carneros y de la grasa del ganado engordado. No me agrada la sangre de los toros ni de los corderos ni de las cabras.


Muy bien, el Señor mismo les dará la señal. ¡Miren! ¡La virgen concebirá un niño! Dará a luz un hijo y lo llamarán Emanuel (que significa “Dios está con nosotros”).


Él mismo cargó nuestros pecados sobre su cuerpo en la cruz, para que nosotros podamos estar muertos al pecado y vivir para lo que es recto. Por sus heridas, ustedes son sanados.


Además, cuando trajo a su Hijo supremo al mundo, Dios dijo: «Que lo adoren todos los ángeles de Dios».


Luego dije: “Aquí estoy, oh Dios; he venido a hacer tu voluntad como está escrito acerca de mí en las Escrituras”».


Debido a que los hijos de Dios son seres humanos —hechos de carne y sangre— el Hijo también se hizo de carne y sangre. Pues solo como ser humano podía morir y solo mediante la muerte podía quebrantar el poder del diablo, quien tenía el poder sobre la muerte.


Pues la voluntad de Dios fue que el sacrificio del cuerpo de Jesucristo nos hiciera santos, una vez y para siempre.


Sin embargo, cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley.


Les digo esto, porque muchos engañadores han salido por el mundo. Ellos niegan que Jesucristo vino en un cuerpo humano. Tales personas son engañadores y anticristos.


Ya que es deber de todo sumo sacerdote presentar ofrendas y sacrificios, nuestro Sumo Sacerdote también tiene que presentar una ofrenda.


Sin duda alguna, el gran misterio de nuestra fe es el siguiente: Cristo fue revelado en un cuerpo humano y vindicado por el Espíritu. Fue visto por ángeles y anunciado a las naciones. Fue creído en todo el mundo y llevado al cielo en gloria.


Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre.


El ángel le contestó: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo tanto, el bebé que nacerá será santo y será llamado Hijo de Dios.


Es inútil ofrecerme el incienso dulce de Saba. ¡Guárdense su cálamo aromático importado de tierras lejanas! No aceptaré sus ofrendas quemadas; sus sacrificios no tienen ningún aroma agradable para mí».


—¿Eres tú el Mesías a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?


¿Hasta cuándo vagarás, mi hija descarriada? Pues el Señor hará que algo nuevo suceda: Israel abrazará a su Dios».


Y pondré hostilidad entre tú y la mujer, y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Su descendiente te golpeará la cabeza, y tú le golpearás el talón».


y los envió al Señor para que le preguntaran: «¿Eres tú el Mesías a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?».


Toda la madera de los bosques del Líbano y todos los animales del Líbano no serían suficientes para presentar una ofrenda quemada digna de nuestro Dios.


Mientras estuvo aquí en la tierra, Jesús ofreció oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía rescatarlo de la muerte. Y Dios oyó sus oraciones por la gran reverencia que Jesús le tenía.


Primero, Cristo dijo: «No quisiste sacrificios de animales, ni ofrendas por el pecado, ni ofrendas quemadas ni otras ofrendas por el pecado; tampoco te agradaron todas esas ofrendas» (aun cuando la ley de Moisés las exige).


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