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Ezequiel 22:31 - Biblia Nueva Traducción Viviente

31 Por eso ahora derramaré mi furia sobre ellos y los consumiré con el fuego de mi enojo. Haré recaer sobre su cabeza todo el castigo por cada uno de sus pecados. ¡Yo, el Señor Soberano, he hablado!”».

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Biblia Reina Valera 1960

31 Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

31 Entonces he desencadenado mi cólera contra ellos, los he exterminado con el fuego de mi furor y he hecho que recaiga sobre su cabeza su mal comportamiento, palabra de Yavé.

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La Biblia Textual 3a Edicion

31 Por tanto, derramé sobre ellos mi ira. Los he consumido con el ardor de mi ira. He hecho recaer sus caminos sobre su propia cabeza, dice Adonay YHVH.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

31 Voy a volcar mi indignación sobre ellos y a aniquilarlos con el fuego de mi cólera; haré recaer su conducta sobre su cabeza -oráculo del Señor Yahveh.'

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

31 Por tanto derramé sobre ellos mi ira; con el fuego de mi ira los consumí: hice recaer el camino de ellos sobre su cabeza, dice el Señor Jehová.

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Ezequiel 22:31
19 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

No obstante, primero, te daré tu merecido por todos tus pecados, porque no recordaste los días de tu juventud, sino que me hiciste enojar con todas esas maldades, dice el Señor Soberano. Pues a todos tus pecados detestables les sumaste actos depravados.


Por eso no les perdonaré la vida ni les tendré compasión. Les daré todo su merecido por lo que han hecho.


No queda esperanza, porque desataré mi enojo contra ti. Te llamaré a rendir cuentas de todos tus pecados detestables.


Sin embargo, a todos los que añoren las imágenes repugnantes y los ídolos detestables, les daré su merecido por sus pecados. ¡Yo, el Señor Soberano, he hablado!».


Luego oí una voz potente que venía del templo y decía a los siete ángeles: «Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas que contienen la ira de Dios».


«Qué aflicción le espera a Asiria, la vara de mi ira. Yo la empleo como garrote para expresar mi enojo.


Vienen desde países distantes, desde más allá de los horizontes lejanos. Son las armas del Señor para descargar su enojo; con ellas destruirá toda la tierra.


¡Miren! El Señor viene desde muy lejos, ardiendo de enojo, rodeado de un humo espeso que sube. Sus labios están llenos de furia; sus palabras consumen como el fuego.


Pero ahora, quedó satisfecho el enojo del Señor; su ira feroz ha sido derramada. Prendió un fuego en Jerusalén que quemó la ciudad hasta sus cimientos.


Miraré para otro lado y no te tendré compasión. Te daré tu merecido por todos tus pecados detestables. Entonces sabrás que yo soy el Señor.


Así como en un horno se funde plata, cobre, hierro, plomo y estaño, los fundiré a ustedes con el calor de mi furia.


Recibí este mensaje de parte del Señor:


Los egipcios sabrán que yo soy el Señor cuando le prenda fuego a Egipto y destruya a todos sus aliados.


Por lo tanto, tendrán que comer el fruto amargo de vivir a su manera y se ahogarán con sus propias intrigas.


Sin embargo, traeré desastre sobre ustedes, y habrá mucho llanto y dolor. Pues Jerusalén se convertirá en lo que significa su nombre, Ariel: un altar cubierto de sangre.


Con toda seguridad los consumiré. No habrá más cosechas de higos ni de uvas; todos sus árboles frutales morirán. Todo lo que les di, pronto se acabará. ¡Yo, el Señor, he hablado!’”.


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