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Ezequiel 16:20 - Biblia Nueva Traducción Viviente

20 »”Luego tomaste a tus hijos e hijas —los que diste a luz para mí— y los sacrificaste a tus dioses. ¿No era suficiente con haberte prostituido?

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Biblia Reina Valera 1960

20 Además de esto, tomaste tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste a ellas para que fuesen consumidos. ¿Eran poca cosa tus fornicaciones,

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Biblia Católica (Latinoamericana)

20 Más aún, tomaste a tus hijos y a tus hijas que tú me habías dado, y se los ofreciste para que los devoraran: ¿y no te bastaba eso que te corrompías?

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La Biblia Textual 3a Edicion

20 Además de esto, tomaste tus hijos y tus hijas que me habías dado a luz, y los sacrificaste ante ellas para que fueran consumidos. ¿Acaso tus fornicaciones eran poca cosa,

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

20 Tomaste incluso a tus hijos y a tus hijas, los que habías engendrado para mí, y se los sacrificaste para que los devoraran. ¿No eran bastantes tus prostituciones,

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

20 Además de esto, tomaste a tus hijos y a tus hijas que habías dado a luz para mí, y los sacrificaste a ellas para ser consumidos. ¿Te fueron poca cosa tus prostituciones,

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Ezequiel 16:20
23 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Ellas han cometido adulterio y homicidio: adulterio al rendir culto a ídolos y homicidio al quemar en sacrificio a los hijos que me habían dado.


Pues, cuando les presentas ofrendas y les sacrificas a tus niños en el fuego, te contaminas con ídolos hasta el día de hoy. ¿Y yo debería permitirte, pueblo de Israel, que me pidas un mensaje? Tan cierto como que yo vivo, dice el Señor Soberano, que no te diré nada.


Dejé que se contaminaran con los mismos regalos que yo les había dado y permití que sacrificaran a su hijo mayor como ofrenda a sus dioses, para devastarlos y recordarles que solo yo soy el Señor”.


Han edificado santuarios paganos en Tofet, el basurero en el valle de Ben-hinom, donde queman a sus hijos y a sus hijas en el fuego. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa!


«Dedícame a todos los primeros hijos varones del pueblo de Israel. Todo primer nacido, tanto de los seres humanos como de los animales, me pertenece».


¡El mismo día que ofrecieron a sus hijos en sacrificio a ídolos, se atrevieron a venir a mi templo para adorar! Entraron y contaminaron mi casa.


¿También tenías que masacrar a mis hijos ofreciéndolos en sacrificio a ídolos?


Rinden culto con gran pasión a sus ídolos, debajo de los robles y debajo de todo árbol frondoso. Sacrifican a sus hijos abajo, en los valles, entre los peñascos de los acantilados.


deberán presentar al Señor todo primer hijo varón y toda primera cría macho de los animales, porque a él le pertenecen.


¿Debemos ofrecerle miles de carneros y diez mil ríos de aceite de oliva? ¿Debemos sacrificar a nuestros hijos mayores para pagar por nuestros pecados?


La mayor se llamaba Aholá, y su hermana era Aholibá. Yo me casé con ellas y me dieron hijos e hijas. Me refiero a Samaria y a Jerusalén, pues Aholá es Samaria y Aholibá es Jerusalén.


«¿Ves esto, hijo de hombre? —me preguntó—. ¿No le importa nada al pueblo de Judá cometer estos pecados detestables con los cuales llevan a la nación a la violencia y se burlan de mí y provocan mi enojo?


Edificaron santuarios paganos a Baal en el valle de Ben-hinom y allí sacrifican a sus hijos e hijas a Moloc. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa! ¡Qué maldad tan increíble la que hizo que Judá pecara tanto!


Manasés también sacrificó a sus propios hijos en el fuego en el valle de Ben-hinom. Practicó la hechicería, la adivinación y la brujería, y consultó a los médiums y a los videntes. Hizo muchas cosas que eran malas a los ojos del Señor y con eso provocó su enojo.


En cambio, siguió el ejemplo de los reyes de Israel, hasta sacrificó a su propio hijo en el fuego. De esta manera, siguió las prácticas detestables de las naciones paganas que el Señor había expulsado de la tierra del paso de los israelitas.


»Yo confirmaré mi pacto contigo y con tus descendientes después de ti, de generación en generación. Este es el pacto eterno: yo siempre seré tu Dios y el Dios de todos tus descendientes,


Aunque Noé, Daniel y Job estuvieran allí, su justicia los salvaría solo a ellos y no a ningún otro, dice el Señor Soberano.


Desde la niñez hemos visto cómo todo aquello por lo que trabajaron nuestros antepasados —sus ganados y rebaños, sus hijos e hijas— se despilfarraba en una falsa ilusión.


Han construido altares paganos a Baal y allí queman a sus hijos en sacrificio a Baal. Jamás ordené un acto tan horrendo; ¡ni siquiera me pasó por la mente ordenar semejante cosa!


Esto dice el Señor Soberano: por haber derramado tus deseos lujuriosos y haberte desnudado como prostituta ante tus amantes y por haber rendido culto a ídolos detestables y masacrado a tus hijos en sacrificio a tus dioses,


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