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Éxodo 14:10 - Biblia Nueva Traducción Viviente

10 Mientras el faraón se acercaba, los israelitas levantaron la vista y se llenaron de pánico al ver que los egipcios los alcanzaban. Entonces clamaron al Señor

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Biblia Reina Valera 1960

10 Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

10 Al aproximarse Faraón, los israelitas pudieron ver que los egipios los estaban persiguiendo. Sintieron mucho miedo y clamaron a Yavé;'

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 Estaba ya cerca Faraón cuando los hijos de Israel alzaron sus ojos, ¡y he aquí los egipcios venían en su persecución! Entonces los hijos de Israel temieron en gran manera y clamaron a YHVH.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

10 Al acercarse el Faraón, los israelitas alzaron los ojos y vieron que los egipcios marchaban contra ellos; y llenos de temor, clamaron a Yahveh.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

10 Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí los egipcios que venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová.

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Éxodo 14:10
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«¡Socorro, Señor!», clamaron en medio de su dificultad, y él los rescató de su aflicción.


El Señor oye a los suyos cuando claman a él por ayuda; los rescata de todas sus dificultades.


»Tú viste la miseria de nuestros antepasados en Egipto y escuchaste sus lamentos cuando estaban junto al mar Rojo.


Cuando tus antepasados clamaron al Señor, puse oscuridad entre tú y los egipcios. Hice que el mar cayera sobre los egipcios y los ahogara. Con tus propios ojos viste lo que hice. Luego viviste muchos años en el desierto.


Aun así, él sintió compasión por la angustia de ellos y escuchó sus clamores.


El terror se apoderará de ellos, un terror como nunca han conocido. Dios esparcirá los huesos de tus enemigos. Los avergonzarás, porque Dios los ha rechazado.


Entonces, cuando los comandantes arameos de los carros vieron a Josafat en sus vestiduras reales, comenzaron a perseguirlo. «¡Allí está el rey de Israel!», gritaban; pero Josafat clamó, y el Señor lo rescató. Dios lo ayudó, apartando a sus atacantes de él.


En esa clase de amor no hay temor, porque el amor perfecto expulsa todo temor. Si tenemos miedo es por temor al castigo, y esto muestra que no hemos experimentado plenamente el perfecto amor de Dios.


Puede que sea lindo vivir en un palacio magnífico, recubierto con madera de cedros del Líbano, pero pronto gemirás con punzadas de angustia, angustia como la de una mujer con dolores de parto.


Señor, en nuestra angustia te hemos buscado; bajo la carga de tu disciplina hemos orado.


A la corte real de Judá había llegado la siguiente noticia: «¡Aram se ha aliado con Israel en contra de nosotros!». Por eso, el corazón del rey y el de su pueblo temblaron de miedo, como tiemblan los árboles en medio de una tormenta.


«¡Socorro, Señor!», clamaron en medio de su dificultad, y él los salvó de su aflicción.


«¡Socorro, Señor!», clamaron en medio de su dificultad, y él los salvó de su aflicción.


«¡Socorro, Señor!», clamaron en medio de su dificultad, y él los salvó de su aflicción.


Así que Moisés clamó al Señor por ayuda, y él le mostró un trozo de madera. Moisés echó la madera al agua, y el agua se volvió potable. Fue allí, en Mara, donde el Señor estableció el siguiente decreto como una norma para probar la fidelidad del pueblo.


»Recuerda y no olvides jamás cómo hiciste enojar al Señor tu Dios en el desierto. Desde el día que saliste de Egipto hasta ahora, vienes rebelándote constantemente contra él.


Clamaste a mí cuando estabas en apuros, y yo te salvé; respondí desde el nubarrón y puse a prueba tu fe cuando no había agua en Meriba. Interludio


Cuando por fin el faraón dejó salir a los israelitas, Dios no los guio por el camino principal que atraviesa el territorio filisteo, aunque esa era la ruta más corta a la Tierra Prometida. Dios dijo: «Si los israelitas llegaran a enfrentar una batalla, podrían cambiar de parecer y regresar a Egipto».


Pero cuando tus antepasados llegaron al mar Rojo, los egipcios te persiguieron con sus carros de guerra y sus jinetes.


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