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2 Reyes 3:11 - Biblia Nueva Traducción Viviente

11 Pero el rey Josafat de Judá preguntó: —¿Acaso no hay ningún profeta del Señor con nosotros? Si es así, podemos preguntarle al Señor por medio de él qué debemos hacer. Uno de los oficiales del rey Joram respondió: —Eliseo, hijo de Safat, está entre nosotros. Él era el ayudante personal de Elías.

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Biblia Reina Valera 1960

11 Mas Josafat dijo: ¿No hay aquí profeta de Jehová, para que consultemos a Jehová por medio de él? Y uno de los siervos del rey de Israel respondió y dijo: Aquí está Eliseo hijo de Safat, que servía a Elías.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

11 Josafat le preguntó: '¿No hay aquí algún profeta de Yavé por cuyo intermedio podamos consultar a Yavé?' Uno de los servidores del rey de Israel le dijo: 'Aquí está Eliseo hijo de Safat, el que derramaba el agua en las manos de Elías'.

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La Biblia Textual 3a Edicion

11 Pero Josafat preguntó: ¿No hay aquí un profeta de YHVH para que consultemos a YHVH por medio de él? Entonces uno de los siervos del rey de Israel respondió y dijo: Aquí está Eliseo ben Safat, que vertía agua en manos de Elías.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

11 Pero Josafat dijo: '¿No hay aquí ningún profeta de Yahveh, para que por medio de él podamos consultar a Yahveh?'. Respondió uno de los servidores del rey de Israel: 'Está aquí está Eliseo, el hijo de Safat, el que vertía agua en las manos de Elías'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

11 Mas Josafat dijo: ¿No hay aquí profeta de Jehová, para que consultemos a Jehová por él? Y uno de los siervos del rey de Israel respondió y dijo: Aquí está Eliseo, hijo de Safat, que daba agua en las manos de Elías.

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2 Reyes 3:11
27 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Pero Josafat preguntó: —¿Acaso no hay también un profeta del Señor aquí? Debemos hacerle la misma pregunta.


Entonces Eliseo regresó a donde estaban sus bueyes y los mató. Con la madera del arado hizo una fogata para asar la carne. Repartió la carne asada entre la gente del pueblo, y todos comieron. Después se fue con Elías como su ayudante.


Sin embargo, continuó con los pecados que Jeroboam, hijo de Nabat, había cometido e hizo cometer al pueblo de Israel.


De hecho, el Señor Soberano nunca hace nada sin antes revelar sus planes a sus siervos, los profetas.


Ya no vemos tus señales milagrosas; ya no hay más profetas, y nadie puede decirnos cuándo acabará todo esto.


Como no fueron ustedes, los levitas, los que llevaban el arca la primera vez, el enojo del Señor nuestro Dios se encendió contra nosotros. No habíamos consultado a Dios acerca de cómo trasladarla de la manera apropiada».


Una vez más David le preguntó a Dios qué debía hacer. «No los ataques de frente —le contestó Dios—. En cambio, rodéalos y, cerca de los álamos, atácalos por la retaguardia.


Entonces David le preguntó a Dios: —¿Debo salir a pelear contra los filisteos? ¿Los entregarás en mis manos? El Señor le contestó: —Sí, adelante. Te los entregaré.


De manera que Saúl murió porque fue infiel al Señor. No obedeció el mandato del Señor e incluso consultó a una médium


De allí, Eliseo fue al monte Carmelo y finalmente regresó a Samaria.


Debe ser alguien que se haya ganado el respeto de todos por el bien que haya hecho. ¿Crio bien a sus hijos? ¿Fue amable con los extranjeros y sirvió con humildad a otros creyentes? ¿Ha ayudado a los que están en dificultades? ¿Ha estado siempre dispuesta a hacer el bien?


pero ustedes saben cómo Timoteo ha dado muestras de lo que es. Como un hijo con su padre, él ha servido a mi lado en la predicación de la Buena Noticia.


Pues habían subido a Betel y habían llorado en presencia del Señor hasta la noche. Le habían preguntado al Señor: —¿Debemos salir nuevamente a pelear contra nuestros parientes de Benjamín? Y el Señor había dicho: —Salgan a pelear contra ellos.


Antes de la batalla, los israelitas fueron a Betel y le preguntaron a Dios: —¿Cuál de las tribus debe ser la primera en atacar a la gente de Benjamín? El Señor contestó: —Judá debe ir primero.


Entonces los israelitas revisaron el alimento de los gabaonitas pero no consultaron al Señor.


Después de la muerte de Moisés, siervo del Señor, el Señor habló a Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés. Le dijo:


Descansen bajo la sombra de este árbol mientras les traen agua para lavarse los pies.


—¿Qué haremos ahora? —clamó el rey de Israel—. El Señor nos ha traído a los tres aquí para que el rey de Moab nos derrote.


—Sí, el Señor habla por medio de él —dijo Josafat. Así que el rey de Israel, el rey Josafat de Judá y el rey de Edom fueron a consultar a Eliseo.


Más tarde, a escondidas, el rey Sedequías pidió que Jeremías fuera al palacio y allí el rey le preguntó: —¿Tienes algún mensaje de parte del Señor? —¡Sí, lo tengo! —dijo Jeremías—. Serás derrotado por el rey de Babilonia.


Pero Josafat preguntó: —¿Acaso no hay también un profeta del Señor aquí? Debemos hacerle la misma pregunta.


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