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2 Reyes 22:14 - Biblia Nueva Traducción Viviente

14 Entonces el sacerdote Hilcías, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías se dirigieron al Barrio Nuevo de Jerusalén para consultar a la profetisa Hulda. Ella era la esposa de Salum, hijo de Ticva, hijo de Harhas, el encargado del guardarropa del templo.

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Biblia Reina Valera 1960

14 Entonces fueron el sacerdote Hilcías, y Ahicam, Acbor, Safán y Asaías, a la profetisa Hulda, mujer de Salum hijo de Ticva, hijo de Harhas, guarda de las vestiduras, la cual moraba en Jerusalén en la segunda parte de la ciudad, y hablaron con ella.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

14 Entonces el sacerdote Helquías, Ajicam, Acbor, Safán y Asaías fueron donde la profetisa Julda, que era esposa de Salum, hijo de Ticva, hijo de Jarjas, el custodio de la ropería, y que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Cuando la pusieron al tanto de lo sucedido,

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La Biblia Textual 3a Edicion

14 Y el sacerdote Hilcías, y Ahicam, y Acbor, y Safán y Asaías, fueron a la profetisa Hulda, mujer de Salum ben Ticva, hijo de Harhas, guardián de las vestiduras, la cual vivía en el segundo sector° de Jerusalem, y hablaron con ella.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

14 Entonces el sacerdote Jilquías, Ajicán, Acbor, Safán y Asaías fueron a ver a la profetisa Juldá, esposa de Salún, hijo de Ticvá, hijo de Jarjás, encargado del vestuario. Residía en el barrio nuevo de Jerusalén. Hablaron con ella

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

14 Entonces Hilcías el sacerdote, y Ahicam y Acbor y Safán y Asaías, fueron a la profetisa Hulda, esposa de Salum, hijo de Ticva, hijo de Araas, guarda de las vestimentas, la cual moraba en Jerusalén, en el colegio, y hablaron con ella.

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2 Reyes 22:14
14 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Entonces Hilcías y los otros hombres se dirigieron al Barrio Nuevo de Jerusalén para consultar a la profetisa Hulda. Ella era la esposa de Salum, hijo de Ticva, hijo de Harhas, el encargado del guardarropa del templo.


Débora, la esposa de Lapidot, era una profetisa que en ese tiempo juzgaba a Israel.


Tenía cuatro hijas solteras, que habían recibido el don de profecía.


En el templo también estaba Ana, una profetisa muy anciana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Su esposo había muerto cuando solo llevaban siete años de casados.


»En ese día —dice el Señor— vendrá un grito de alarma desde la puerta del Pescado y el eco resonará por todo el Barrio Nuevo de la ciudad. Un gran estrépito se oirá desde las colinas.


Yo te saqué de Egipto y te redimí de la esclavitud. Envié a Moisés, a Aarón y a Miriam para ayudarte.


El resto del pueblo entregó 20.000 monedas de oro, alrededor de 1200 kilos de plata y 67 túnicas para los sacerdotes.


Entonces Jehú le indicó al encargado del guardarropa: «Asegúrate de que todos los que rinden culto a Baal tengan puesto uno de estos mantos». Así que a cada uno de ellos se le dio un manto.


Entonces la profetisa Miriam, hermana de Aarón, tomó una pandereta, se puso al frente, y todas las mujeres la siguieron, danzando y tocando sus panderetas.


En cambio, la mujer deshonra a su cabeza si ora o profetiza sin cubrirse la cabeza, porque es como si se la rapara.


Ella les dijo: «¡El Señor, Dios de Israel, ha hablado! Regresen y díganle al hombre que los envió:


enviaron mensajeros para que sacaran a Jeremías de la prisión. Lo pusieron al cuidado de Gedalías, hijo de Ahicam y nieto de Safán, quien lo llevó de regreso a su casa. Entonces Jeremías permaneció en Judá, entre su propio pueblo.


»Ahora, hijo de hombre, denuncia a las mujeres que profetizan según su propia imaginación.


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