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2 Reyes 2:4 - Biblia Nueva Traducción Viviente

4 Entonces Elías le dijo a Eliseo: —Quédate aquí, porque el Señor me dijo que fuera a Jericó. Pero Eliseo le respondió de nuevo: —Tan cierto como que el Señor vive y que tú vives, ¡nunca te dejaré! Así que continuaron juntos a Jericó.

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Biblia Reina Valera 1960

4 Y Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Vinieron, pues, a Jericó.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

4 Elías le dijo: 'Eliseo, quédate aquí por favor, porque Yavé me manda a Jericó'. Pero él respondió: 'Tan cierto como que Yavé vive y que yo vivo, que no te dejaré'. Y así llegaron a Jericó.

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La Biblia Textual 3a Edicion

4 Y Elías le dijo: Eliseo, quédate ahora aquí, porque YHVH me ha enviado a Jericó. Pero él dijo: ¡Vive YHVH y vive tu alma que no te dejaré! Y fueron a Jericó.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

4 Y Elías dijo a Eliseo: 'Quédate aquí, porque Yahveh me envía a Jericó'. Pero él respondió: '¡Por vida de Yahveh y tu vida, que no te abandonaré!'. Y llegaron a Jericó.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

4 Y Elías le volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora, porque Jehová me ha enviado a Jericó. Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Vinieron, pues, a Jericó.

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2 Reyes 2:4
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Y Elías le dijo a Eliseo: —Quédate aquí, porque el Señor me dijo que fuera a Betel. Eliseo respondió: —Tan cierto como que el Señor vive y que tú vives, ¡nunca te dejaré! Así que descendieron juntos a Betel.


En esa ocasión, Josué pronunció la siguiente maldición: «Que la maldición del Señor caiga sobre cualquiera que intente reconstruir la ciudad de Jericó. A costa de su hijo mayor pondrá sus cimientos. A costa de su hijo menor pondrá sus puertas».


Jesús entró en Jericó y comenzó a pasar por la ciudad.


Pero la madre del niño dijo: «Tan cierto como que el Señor vive y que usted vive, yo no regresaré a mi casa a menos que usted venga conmigo». Así que Eliseo volvió con ella.


Fue durante su reinado que Hiel, un hombre de Betel, reconstruyó Jericó. Poner los cimientos le costó la vida a su hijo mayor, Abiram; terminar la obra y colocar las puertas le costó la vida a su hijo menor, Segub. Todo esto sucedió de acuerdo con el mensaje de parte del Señor acerca de Jericó transmitido por Josué, hijo de Nun.


Cuando él llegó y vio las pruebas de la bendición de Dios, se llenó de alegría y alentó a los creyentes a que permanecieran fieles al Señor.


Todos los creyentes se dedicaban a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión fraternal, a participar juntos en las comidas (entre ellas la Cena del Señor), y a la oración.


«Señor, ¿se acuerda de mí? —preguntó Ana—. Soy aquella misma mujer que estuvo aquí hace varios años orando al Señor.


Ahora bien, las puertas de Jericó estaban bien cerradas, porque la gente tenía miedo de los israelitas. A nadie se le permitía entrar ni salir.


Pero Rut respondió: —No me pidas que te deje y regrese a mi pueblo. A donde tú vayas, yo iré; dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.


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