Así que el Espíritu descendió sobre Amasai, jefe de los Treinta, y dijo: «¡Somos tuyos, David! Estamos de tu lado, hijo de Isaí. Que la paz y la prosperidad sean contigo, y el éxito con todos los que te brindan ayuda, pues tu Dios es el que te ayuda». Entonces David permitió que se unieran a él y los nombró oficiales de su ejército.
»Les dejo un regalo: paz en la mente y en el corazón. Y la paz que yo doy es un regalo que el mundo no puede dar. Así que no se angustien ni tengan miedo.
Ahimaas le gritó al rey: —¡Todo está bien! Se inclinó delante del rey rostro en tierra y dijo: —Alabado sea el Señor su Dios, quien ha entregado a los rebeldes que se atrevieron a hacerle frente a mi señor el rey.
—Tranquilos, no tengan miedo —les dijo el administrador—. El Dios de ustedes, el Dios de su padre, debe de haber puesto ese tesoro en sus costales. Me consta que recibí el pago que hicieron. Después soltó a Simeón y lo llevó a donde estaban ellos.