Luego el pueblo contrató albañiles y carpinteros, y compró troncos de cedro de los habitantes de Tiro y Sidón, a quienes les pagaron con alimentos, vino y aceite de oliva. Transportaron troncos desde las montañas del Líbano hasta Jope haciéndolos flotar a lo largo de la costa del mar Mediterráneo, ya que el rey Ciro había dado permiso para hacerlo.
Salomón también le envió el siguiente mensaje al rey Hiram de Tiro: «Envíame troncos de cedro como lo hiciste con mi padre David, cuando construía su palacio.
De modo que David dio órdenes para reunir a los extranjeros que vivían en Israel, y les encargó la tarea de preparar piedras talladas para construir el templo de Dios.
Una vez instalado en su palacio, David mandó llamar al profeta Natán. —Mira —le dijo David—, yo vivo en un hermoso palacio de cedro, ¡mientras que el arca del pacto del Señor está allá afuera debajo de una carpa!
»En consecuencia, ordena, por favor, que se corten cedros del Líbano para mí. Permite que mis hombres trabajen junto a los tuyos, y yo pagaré a tus hombres el salario que tú pidas. Como bien sabes, ¡no hay nadie por aquí que sepa cortar la madera como ustedes, los sidonios!».
Hiram, rey de Tiro, siempre había sido un amigo fiel del rey David. Cuando Hiram se enteró de que Salomón, hijo del rey David, era el nuevo rey de Israel, envió embajadores a felicitarlo.
el rey mandó llamar al profeta Natán. —Mira —le dijo David—, yo vivo en un hermoso palacio de cedro, ¡mientras que el arca de Dios está allá afuera en una carpa!
Entonces David se dio cuenta de que el Señor lo había confirmado como rey de Israel y que había bendecido su reino en abundancia por amor a su pueblo Israel.
Reunió una fuerza de setenta mil obreros, ochenta mil hombres para extraer piedras de las canteras en la zona montañosa y tres mil seiscientos capataces.