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Salmos 31:8 - Biblia Católica (Latinoamericana)

8 no me dejaste en manos del enemigo, me has hecho caminar a campo abierto.

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Biblia Reina Valera 1960

8 No me entregaste en mano del enemigo; Pusiste mis pies en lugar espacioso.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

8 No me entregaste a mis enemigos, sino que me pusiste en un lugar seguro.

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La Biblia Textual 3a Edicion

8 No me entregaste en mano del enemigo, Sino que pusiste mis pies en lugar espacioso.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

8 Yo me gozo y me alegro en tus mercedes, pues tú adviertes mis pesares y conoces las penas de mi alma.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

8 y no me has encerrado en mano del enemigo; has puesto mis pies en lugar espacioso.

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Salmos 31:8
13 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

También a ti te librará de la angustia. una abundancia sin límites la reemplazará, y tu mesa rebosará de sabrosos manjares.


Me sacó a un espacio abierto, me salvó porque me amaba.


¡Cuando llamo, respóndeme, Dios mi defensor! En la angustia tú me has dado sosiego: ten compasión de mí y escucha mi oración.


Un solo enemigo persigue a mil de ellos y dos ponen en fuga a diez mil, ¿no será porque su Roca los ha vendido, porque Yavé los ha entregado?


Entregaré a Egipto a un amo sin corazón; un rey cruel los gobernará, dice el Señor Yavé de los Ejércitos.


Dijo a David: 'Eres más bueno que yo, porque tú me haces el bien y yo te había hecho el mal.


Hoy Yavé te entregará en mis manos, te derribaré y te arrancaré la cabeza. Hoy mismo daré tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a las aves de rapiña y a las fieras salvajes. Toda la tierra sabrá que hay un Dios en Israel,


Alejaste de mí a mis conocidos, hiciste que me miraran con horror. Estoy encerrado y no puedo salir,


Dios me ha entregado a los injustos y me ha arrojado en manos de los malvados.


Abisaí dijo entonces a David: 'Hoy puso Dios a tu enemigo en tus manos. Déjame clavarlo en tierra con su lanza, no tendré necesidad de hacerlo por segunda vez'.


Y miró Dios con bondad a los hijos de Israel, y los atendió.


Llamamos pues a Yavé, Dios de nuestros padres, y Yavé nos escuchó, vio nuestra humillación, nuestros duros trabajos y nuestra opresión.


Pero tú has visto la pena y el dolor, los miras y los recoges en tus manos. A ti el desamparado se encomienda, a ti que al huérfano socorres.


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