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Lamentaciones 1:9 - Biblia Católica (Latinoamericana)

9 Su impureza manchaba su vestido, pero no pensaba que tendría este fin. ¡Se hundió profundamente! ¡Nadie la consuela! ¡Mira, oh Yavé, mi dolor, ¡cómo se pone orgulloso el enemigo!

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Biblia Reina Valera 1960

9 Su inmundicia está en sus faldas, y no se acordó de su fin; Por tanto, ella ha descendido sorprendentemente, y no tiene quien la consuele. Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

9 Se deshonró a sí misma con inmoralidad y no pensó en su futuro. Ahora yace en una zanja y no hay nadie que la saque. «Señor, mira mi sufrimiento —gime—. El enemigo ha triunfado».

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La Biblia Textual 3a Edicion

9 f Su inmundicia está en sus faldas, no ha tenido en cuenta° su final, Fue humillada hasta el asombro, no tiene consolador. ¡Mira, oh YHVH, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido!

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

9 Tet. . Su impureza impregna sus vestidos. No se acordó de su fin; ha caído de forma inesperada, sin tener quien la consuele. Mira, Yahveh, mi aflicción, y cómo se crece mi enemigo.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

9 Su inmundicia está en sus faldas; no se acordó de su postrimería: Por tanto, ella ha caído asombrosamente, no tiene consolador. Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido.

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Lamentaciones 1:9
46 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Si fueran inteligentes, lo entenderían, y sabrían en qué van a parar:


Tú decías: 'Para siempre dominaré. Y no te fijabas en lo que sucedía, ni pensabas cuál sería el fin.


Sión tiende sus manos, y no hay quién la consuele. Yavé mandó contra Jacob adversarios de todas partes; Jerusalén se ha hecho ejemplo de horror para ellos.


Pensé además en todos los abusos que se cometen bajo el sol. Vi las lágrimas de los oprimidos, y no hay nadie que los consuele; sufren la violencia de sus opresores, y no hay nadie que venga en su ayuda.


Contempla mi miseria y mi fatiga y quítame de encima todos mis pecados.


Esa será su suerte, en pago de su orgullo, pues insultaron al pueblo de Dios de los Ejércitos y se agrandaron a costa suya.


Emborráchenlo, pues se alzó contra Yavé. ¡Que Moab se revuelque en sus vómitos y quede en ridículo!


Mira tus manos manchadas con sangre, no de bandidos sorprendidos en el crimen sino que de inocentes.


Su rostro descarado los denuncia y, como Sodoma, muestran sus pecados en vez de esconderlos. ¡Ay de ellos que han preparado su propia ruina!


Mira mi miseria y líbrame, pues no me he olvidado de tu Ley.


Ha llegado el tiempo del juicio, y éste empieza por la casa de Dios. Pues si comienza por nosotros, ¿qué fin tendrán los que se niegan a creer en el Evangelio?


y muchos judíos habían ido a la casa de Marta y de María para consolarlas por la muerte de su hermano.


Echaré a perder su viña y sus higueras, pues ella decía : 'Son mi salario, me las han dado mis amantes. Las dejaré como terreno baldío, y se las comerán los animales.


¿Cómo se ha empañado y deteriorado el oro más puro? ¿Por qué están desparramadas las piedras sagradas por las esquinas de todas las calles?


¿A quién te compararé y asemejaré, Hija de Jerusalén? ¿A quién podrás mirar para tu consuelo, oh virgen, Hija de Sión? Tu quebranto es inmenso como el mar. ¿Quién te sanará?


Oye cómo gimo, y no hay quién me consuele. Mis enemigos conocieron mi desgracia y se alegran de lo que me has hecho. ¡Que venga el día que tienes anunciado! ¡Que ellos estén como yo estoy!


Llamen a los arqueros para que ataquen a Babilonia. Ustedes que manejan el arco, pongan sus campamentos alrededor de ella, para que nadie pueda escapar. Páguenle a ella según sus obras; todo lo que ella hizo, hagan con ella, porque se portó insolente con Yavé, con el Santo de Israel.


Tampoco se repartirá pan en los velorios, ni se ofrecerá vino para consolar a los deudos. Nadie servirá a los hijos la copa del consuelo el día de la muerte de sus padres.


¡Ah!, tus adulterios y tus gritos de placer, tu descarada prostitución, en los cerros y en los campos, todas tus monstruosidades, yo las he visto. Desgraciada Jerusalén, ¿hasta cuándo, todavía, estarás impura?


Los profetas anuncian mentiras, los sacerdotes buscan el dinero y todo esto le gusta a mi pueblo. ¿Qué harán ustedes, cuando llegue el fin?


¡Pobrecilla, azotada por la tempestad y sin consuelo! Yo asentaré tus muros sobre piedras preciosas, y serán tus cimientos de zafiro.


Hablen a Jerusalén, hablen a su corazón, y díganle que su jornada ha terminado, que ha sido pagada su culpa, pues ha recibido de manos de Yavé doble castigo por todos sus pecados.


Te has levantado contra mí y tus palabras insolentes han llegado a mis oídos; por eso, voy a poner un anillo en tus narices y un freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde has venido.


¿A quién has insultado con tus blasfemias? ¿A quién le has levantado la voz y lo has mirado con orgullo? Al Santo de Israel.


que estás sentado sobre los querubines, tú eres el único Dios de todos los reinos de la tierra; tú eres el creador del cielo y de la tierra. Atiéndeme, Yavé, y escucha. Abre, Yavé, tus ojos y mira. Mira las palabras de Senaquerib con que manda insultar al Dios viviente.


¡Ojalá Yavé, tu Dios, haya escuchado las palabras del general al que el rey de Asur mandó para que insultara al Dios vivo, y pueda Yavé tu Dios castigar esas palabras! ¡Ruega a Dios por los pocos que todavía quedamos!'


No consientas, Señor, los deseos del malvado, no dejes que su plan se realice.


Ahora, oh Dios nuestro, tú, el Dios grande, poderoso y terrible, que siempre mantienes tu alianza y tu bondad, no seas insensible ante todas esas pruebas que han caído sobre nosotros, nuestros reyes, nuestros jefes, nuestros sacerdotes, nuestros profetas y todo nuestro pueblo desde los días de los reyes de Asiria hasta ahora.


Es que Yavé había visto la misérrima situación de Israel: ya no había nadie, ni esclavo ni hombre libre, capaz de ayudar a Israel.


A lo mejor Yavé toma en cuenta esta mi pena para devolverme la felicidad después de la maldición de hoy'.


le hizo esta promesa: 'Yavé de los ejércitos, mira con bondad la pena de tu sirvienta y acuérdate de mí. No te olvides de tu sirvienta, sino que dale un niñito. Lo consagraré a Yavé para el resto de sus días y la navaja no pasará por su cabeza'.


Temo que se jacten sus enemigos, ya que no entenderían y dirían: 'Les ganamos nosotros, no es Yavé quien lo hizo.


Llamamos pues a Yavé, Dios de nuestros padres, y Yavé nos escuchó, vio nuestra humillación, nuestros duros trabajos y nuestra opresión.


El pueblo creyó; comprendieron que Yavé había visto sus humillaciones y venía a visitar a los hijos de Israel. Postrados en tierra, adoraron.


He decidido sacarlos de esta opresión en Egipto y trasladarlos a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, los fereceos, los jeveos y los jebuseos.


Yavé dijo: 'He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he escuchado sus gritos cuando lo maltrataban sus mayordomos. Yo conozco sus sufrimientos,


En mi comida me echaron veneno, y para la sed me dieron vinagre.


¿Quién te dará el pésame por estas dos desgracias que te han ocurrido: saqueo y ruina, hambre y espada?


Yavé, acuérdate de lo que nos ha pasado, mira y ve nuestra humillación.


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