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Jeremías 4:19 - Biblia Católica (Latinoamericana)

19 ¡Ay, qué dolores en todo mi interior, me duele el corazón! Me palpita tan fuerte que no puedo callarme. ¿No oyes, alma mía, el toque del clarín y el estruendo de la guerra?

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Biblia Reina Valera 1960

19 ¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no callaré; porque sonido de trompeta has oído, oh alma mía, pregón de guerra.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

19 ¡Mi corazón, mi corazón, me retuerzo de dolor! ¡Mi corazón retumba dentro de mí! No puedo quedarme quieto. Pues he escuchado el sonar de las trompetas enemigas y el bramido de sus gritos de guerra.

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La Biblia Textual 3a Edicion

19 ¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón, Mi corazón se agita dentro de mí, No puede estarse quieto, Por cuanto oíste, alma mía, El sonido del shofar° Y el clamor° de la guerra.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

19 ¡Mis entrañas! ¡Mis entrañas! ¡Me retuerzo de dolor! ¡Entretelas de mi corazón! Mi corazón me palpita, no puedo callarme, pues sonido de trompeta oye mi alma, alarma de guerra.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

19 ¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no callaré; porque el sonido de la trompeta has oído, oh alma mía, el pregón de guerra.

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Jeremías 4:19
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Al oírlo, mi corazón palpita, al sentirlo, mis labios se estremecen, se corrompe la médula en mis huesos, y temblequean mis piernas. Espero, sin embargo, el día amargo que sobrevendrá al pueblo opresor.


Por eso digo: 'Apártense de mí para que pueda llorar amargamente. No traten de consolarme por el desastre de la hija de mi pueblo.


Por eso, mis entrañas se conmueven por Moab, como una cítara, y mi corazón por Quir-Jerés.


Voy a hacer de Jerusalén un montón de piedras, una guarida de chacales, y de las ciudades de Judá, un desierto donde nadie viva.


¿Quién me diera, en el desierto, una posada de viajeros, para dejar a mi pueblo e irme lejos de ellos? Porque son todos unos adúlteros, una pandilla de traidores.


Por eso, mis entrañas se estremecen de espanto y el dolor se apodera de mí como de una mujer que da a luz; estoy muy asustado para oír, muy aterrado para ver.


Hijitos míos, de nuevo sufro por ustedes dolores de alumbramiento, hasta que Cristo haya tomado forma en ustedes.


Yo Daniel me desmayé; estuve enfermo muchos días, luego me levanté para ocuparme de los asuntos del rey. Pero seguía consternado por esa visión que no entendía.


Yo Daniel seguía allí. Mi espíritu estaba perturbado por todo eso, pues esas visiones me habían aterrorizado.


Mi corazón está de duelo por Moab, por sus fugitivos que llegan hasta Soar. Por la cuesta de Luhit suben llorando, por el camino de Joronaim lanzan gritos desgarradores.


Alma mía, vuelve a tu descanso, que el Señor cuida de ti.


Hermanos, deseo de todo corazón y pido a Dios que los judíos se salven.


¿Se levanta del suelo una trampa antes de que haya caído algo? ¿Resuena la trompeta en una ciudad sin que se alarme toda la población? ¿Sucede alguna desgracia en un pueblo sin que venga del Señor?


Aquí se acaba el relato. Esas visiones me habían aterrorizado a mí, Daniel, y mi rostro había mudado de color, pero conservaba todo eso en mi corazón.


Mis ojos se agotan de llorar y arden mis entrañas, mi hígado se derrama por tierra por el desastre de la Hija de mi pueblo, mientras desfallecen niños y lactantes en las plazas de la ciudad.


Por eso, lloro yo, mis ojos se deshacen en lágrimas porque está lejos el consolador que reanime mi alma. Mis hijos están desolados porque sus enemigos triunfan.


Para los profetas. Se me parte el corazón en mi pecho, tiemblo de pies a cabeza; quedo como un borracho que ha volteado el vino, al ver a Yavé y oír sus santas palabras:'


Por eso, decidí no recordar más a Yavé, ni hablar más en su nombre, pero sentía en mí algo así como un fuego ardiente aprisionado en mis huesos, y aunque yo trataba de apagarlo, no podía.


Si ustedes no hacen caso a este aviso, lloraré en silencio por ese su orgullo, y mis ojos verterán lágrimas cuando el rebaño de Yavé sea llevado cautivo.


¿Hasta cuándo tendré que ver estandartes guerreros, y soportar el sonido del clarín?'


Publíquenlo en Judá y que se oiga en Jerusalén. Toquen la trompeta en todo el país; griten a voz en cuello y digan: 'Juntémonos y entremos en las ciudades fortificadas.


¡Aleluya! ¡Alaba al Señor, alma mía!


De mis ojos han brotado ríos de lágrimas, al ver que no se observa tu Ley.


Al ver a los impíos me da rabia: ¿por qué abandonan tu Ley?


Bendice al Señor, alma mía, alabe todo mi ser su santo Nombre.


Los dioses del país son sólo mugre, ¡malditos sean los que los escogen


El torrente de Quisón los arrastró, el torrente de los tiempos antiguos, el torrente de Quisón. ¡Oh alma mía, avanza sin miedo!


Cuando ya estén en su tierra y salgan a combatir al enemigo que les trae la guerra, ustedes tocarán las trompetas con estrépito; así se acordará Yavé, Dios de ustedes, y los librará de sus enemigos.


Que nunca mi alma participe en sus intrigas, y que mi corazón esté lejos de su compañía, porque en su enojo mataron hombres, y en su furor desjarretaron toros.


Y si el toque de la trompeta no se parece a nada, ¿quién correrá a su puesto de combate?


Hemos oído la noticia y se nos caen los brazos; la angustia y un dolor como de mujer que da a luz, nos asalta:'


La herida de la hija de mi pueblo ha pasado a ser la mía, me siento abatido y espantado.


y sostienen, por el contrario: 'No, que es a Egipto adonde queremos ir, pues allí no veremos más la guerra, ni oiremos el toque del clarín, ni sufriremos de falta de paz; es allí donde queremos morar',


Por eso, se acerca ya el tiempo, dice Yavé, en que haré resonar, en Rabbá de los amonitas, el grito de guerra. Quedará convertida en un montón de escombros abandonados, y sus aldeas serán incendiadas. Entonces Israel despojará a los que lo habían despojado, afirma Yavé.


Ruido de batalla en el país, ¡gran desastre!


Ese árbol, oh rey, eres tú. Has crecido hasta tal punto que tu poder se eleva hasta los cielos y tu autoridad se extiende hasta los extremos de la tierra.


Entonces el rostro del hombre de Dios se contrajo y su mirada quedó fija, poniéndose después a llorar.


Ando perdido, cosas horribles me llenan de terror; el atardecer, que tanto esperaba, ahora me causa pánico.


El dolor se apodera de mí, el corazón me está fallando.


Mira, Yavé, que estoy en angustias, me hierven las entrañas. Dentro se me retuerce el corazón, porque he sido muy rebelde. Afuera la espada acaba con los hijos, y dentro de la ciudad, la muerte.


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