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Ezequiel 8:1 - Biblia Católica (Latinoamericana)

1 El año sexto, el día quinto del sexto mes, estaba sentado en mi casa y los ancianos de Judá estaban sentados frente a mí. Entonces la mano de Yavé se posó sobre mí.

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Biblia Reina Valera 1960

1 En el sexto año, en el mes sexto, a los cinco días del mes, aconteció que estaba yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá estaban sentados delante de mí, y allí se posó sobre mí la mano de Jehová el Señor.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

1 Después, el 17 de septiembre, durante el sexto año de cautividad del rey Joaquín, mientras los líderes de Judá estaban en mi casa, el Señor Soberano puso su mano sobre mí.

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La Biblia Textual 3a Edicion

1 El año sexto, el día cinco del mes sexto, estando yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá sentados frente a mí, la mano de Adonay YHVH bajó allí sobre mí.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 El año sexto, el día cinco del sexto mes, estando yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá sentados en mi presencia, se posó sobre mí la mano del Señor Yahveh.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

1 Y aconteció en el sexto año, en el mes sexto, a los cinco del mes, que estaba yo sentado en mi casa, y los ancianos de Judá estaban sentados delante de mí, y allí descendió sobre mí la mano del Señor Jehová.

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Ezequiel 8:1
24 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

El diez del quinto mes del séptimo año, algunos ancianos de Israel habían venido a consultar a Yavé y se hallaban sentados frente a mí.


Entonces vienen a verte como si fueran a cualquier parte, se sientan a tu lado para oír tus palabras, pero no las ponen en práctica. La mentira está en su boca y sólo buscan su interés.


Algunos ancianos de Israel vinieron a mi casa y se sentaron a mi lado.


Les dirás pues esta palabra de Yavé: Si alguien en Israel lleva consigo sus ídolos y se apega a lo que lo hace pecar, que vaya no más a ver al profeta, yo Yavé le daré una respuesta apropiada a sus sucios ídolos.


De nadie he codiciado plata, oro o vestidos.


Porque los labios del sacerdote guardan el conocimiento y en su boca se debe encontrar la ley, pues es el mensajero de Yavé de los ejércitos.


Era el comienzo del año vigésimo quinto de nuestro exilio; el diez del mes, catorce años después de la caída de la ciudad; ese día la mano de Yavé se posó sobre mí y me llevó.


La mano de Yavé se posó sobre mí. Yavé me hizo salir por medio de su espíritu. Me depositó en medio de un valle, que estaba lleno de huesos humanos.


El duodécimo año, el quince del primer mes, se me comunicó esta palabra de Yavé:


El año once, el primer día del tercer mes, me llegó esta palabra de Yavé:


El año veinte, el primero del primer mes, me llegó esta palabra de Yavé:


El décimo mes, el doce de ese mes, se me comunicó esta palabra de Yavé:


El año undécimo, el primero del mes, se me comunicó una palabra de Yavé:


El año noveno, el día décimo del décimo mes, se me dirigió esta palabra de Yavé.


La mano de Yavé se puso sobre mí y me dijo: 'Levántate, dirígete al valle, allí te hablaré.


El espíritu me había levantado, me había arrebatado. Quedé lleno de amargura, con el espíritu afiebrado, porque la mano de Yavé pesaba fuertemente sobre mí.


Entonces el espíritu me levantó mientras oía detrás de mí una formidable aclamación: '¡Bendita sea la Gloria de Yavé en todo lugar!'


Eliseo mientras tanto estaba sentado en su casa junto con los ancianos que estaban a su alrededor. El rey mandó a uno de sus hombres, pero antes que llegara el emisario, Eliseo había dicho a los ancianos: '¿Saben que ese asesino mandó a alguien para que me corte la cabeza? ¡Pongan atención! Cuando llegue el emisario, cierren la puerta y denle con ésta en las narices. Seguramente se oirán los pasos de su amo detrás de los suyos'.


El rey estará de duelo, colmado de espanto, a los nobles les temblarán las manos; los trataré de acuerdo a su comportamiento, tendrán la sentencia que se merecen y sabrán que yo soy Yavé.


Miré, era una forma humana; por debajo de la cintura no era más que fuego, y de la cintura para arriba era como un metal incandescente.


Ahora bien, la mano de Yavé había estado sobre mí desde la tarde antes que llegara el fugitivo, y a la mañana siguiente, cuando llegó a mi casa el hombre, Yavé me abrió la boca: ¡ya no estaba mudo!


El año once, el siete del primer mes, me llegó esta palabra de Yavé:


El año doce, el primero del duodécimo mes, me llegó esta palabra de Yavé:


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