Biblia Todo Logo
ព្រះគម្ពីរតាមអ៊ីនធឺណិត

- ការផ្សាយពាណិជ្ជកម្ម -





Eclesiastés 9:1 - Biblia Católica (Latinoamericana)

1 Reflexioné pues en todo eso y vi claramente que los justos, los sabios y sus obras están en las manos de Dios. ¿Lo quiere El o no? Los hombres no lo saben: les puede pasar cualquier cosa.

សូមមើលជំពូក ចម្លង


កំណែច្រើនទៀត

Biblia Reina Valera 1960

1 Ciertamente he dado mi corazón a todas estas cosas, para declarar todo esto: que los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios; que sea amor o que sea odio, no lo saben los hombres; todo está delante de ellos.

សូមមើលជំពូក ចម្លង

Biblia Nueva Traducción Viviente

1 También me dediqué a investigar lo siguiente: si bien Dios tiene en sus manos las acciones de los sabios y de los justos, nadie sabe si Dios les mostrará su favor.

សូមមើលជំពូក ចម្លង

La Biblia Textual 3a Edicion

1 Por todo ello dediqué mi corazón para declarar que los justos y los sabios y sus obras, todas estas cosas, están en la mano de Dios, aun el amor y el odio, pero el hombre no lo sabe, aunque todo está delante de ellos.

សូមមើលជំពូក ចម្លង

Biblia Serafín de Ausejo 1975

1 Me he dedicado a examinar todo esto y he visto que los justos, los sabios y sus obras están en la mano de Dios. El hombre no conoce el amor ni el odio: ambas cosas son para él

សូមមើលជំពូក ចម្លង

Biblia Reina Valera Gómez (2023)

1 Ciertamente he dado mi corazón a todas estas cosas, para declarar todo esto; que los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios; y que no saben los hombres ni el amor ni el odio; todo está delante de ellos.

សូមមើលជំពូក ចម្លង




Eclesiastés 9:1
31 ការដាក់ឲ្យឆ្លើយតបគ្នា  

Yavé ama a todos los pueblos, pero en su mano está el pueblo de sus santos. Ahí están, postrados a sus pies, esperando sus instrucciones.


Y los protege el poder de Dios, por medio de la fe, con miras a la salvación que nos tiene preparada para los últimos tiempos.


Esto es desconcertante en esta tierra: hay justos a los que les pasa todo lo que les tocaría a los malos por todo lo que han hecho, y hay malos a los que les pasa lo que les correspondería a los justos: esto tampoco tiene sentido.


El, que tiene en su mano el soplo de todo viviente y el espíritu de todo ser humano.


y por el que ahora padezco esta nueva prueba. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he puesto mi confianza y estoy convencido de que tiene poder para guardarme hasta aquel día lo que deposité en sus manos.


Yavé, dígnate darnos la paz, pues, sólo tú llevas a feliz término lo que hacemos nosotros.


Encomienda tus obras a Yavé, y tus proyectos se realizarán.


En tus manos encomiendo mi espíritu, y tú, Señor, Dios fiel, me librarás.


Cuida los pasos de sus fieles, pero los malos perecen en las tinieblas: la fuerza del hombre no da la victoria.


La estupidez es la que le inspiró tantas palabras. (El ser humano no conoce el porvenir: ¿quién le dirá lo que pasará después de él?)


Como me dedicara a conocer y observase la condición del hombre en la tierra, vi que el ojo humano no tiene descanso de día ni de noche.


Cuando me dediqué a saber, a profundizar, a buscar la sabiduría y el por qué de las cosas, reconocí que la maldad es una tontería y una locura.


He visto de todo en esta vida tan decepcionante: hay justos que perecen a pesar de su justicia, y malos que prolongan sus días, a pesar de su maldad.


Me dediqué a ver dónde están la sabiduría y la ciencia, la estupidez y la locura. Pero ahora veo que aun eso es correr tras el viento.


yo sentía envidia de los malos, viendo lo bien que le va a los impíos.


Pero tú has visto la pena y el dolor, los miras y los recoges en tus manos. A ti el desamparado se encomienda, a ti que al huérfano socorres.


Yo, en tu lugar, a Dios recurriría y a él expondría mi causa.


Expongo mi vida a cada instante, pero jamás me olvido de tu ley.


Pudieron amar, odiar, tener ambiciones: todo se perdió y nunca más tomarán parte en todo lo que se hace bajo el sol.


Entre ellos había hombres, mujeres y niños; estaban las princesas reales y todas las personas que Nebuzardán, comandante de la guardia, había dejado con Godolías, hijo de Ajigam, y nieto de Safán, y, especialmente, al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías.


Y si todos ustedes lo han visto, ¿para qué, pues, esos vanos discursos?


Pero el hombre tiene una falla muy grande: nadie sabe lo que le sobrevendrá: ¿quién le dirá lo que sucederá?


តាម​ពួក​យើង:

ការផ្សាយពាណិជ្ជកម្ម


ការផ្សាយពាណិជ្ជកម្ម