Salmos 36 - Biblia Serafín de Ausejo 19751 Del director. Del siervo de Yahveh. De David. 2 Un dictamen de culpa destinado al impío llevo en mi corazón: El temor de Dios no existe delante de sus ojos. 3 Se lisonjea ante sí mismo de no encontrar en sí maldad que aborrecer. 4 Los dichos de su boca, fraude y dolo; dejó de comprender, de hacer el bien. 5 En su lecho medita la maldad, por caminos no buenos se hace firme y no aborrece el mal. 6 Tus favores, Señor, alcanzan hasta el cielo y tu fidelidad hasta las nubes, 7 tu justicia es comparable a los más altos montes como el abismo inmenso, tus juicios. Tú socorres, Señor, a hombres y bestias: 8 ¡cuán preciosas, oh Dios, son tus mercedes! Los hijos de los hombres se cobijan a la sombra de tus alas; 9 de la abundancia de tu casa pueden ellos saciarse; tú les das a beber de un río de delicias, 10 pues contigo está la fuente de la vida, y a través de tu luz vemos la luz. 11 Alarga tu favor a los que te conocen, a los de recto corazón, tu providencia. 12 Que los pies del soberbio no me alcancen, ni me mueva la mano del impío. |
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