Salmos 28 - Biblia Serafín de Ausejo 19751 De David. A ti, Señor, yo clamo, no te estés, mi roca, mudo, no sea que si tú callas en mi caso, me iguale a los que descienden a la fosa. 2 Escucha mi plegaria, cuando clamo hacia ti y alzo mis manos hacia tu lugar santísimo. 3 No me arrastres en el haz de los impíos, con los agentes de maldad que hablan de paz con sus vecinos, con malicia en su interior. 4 Dales tú según sus hechos, conforme a la maldad de sus acciones; retribúyeles según las obras de sus manos, dales el pago que merecen. 5 No se dan a meditar las obras del Señor ni las acciones de sus manos: que los destruya él y no los reconstruya. 6 Bendito sea el Señor, pues escucha la voz de mi plegaria. 7 El Señor es mi fortaleza, él mi escudo, en él espero y él me ayuda: mi corazón se regocija y con mi canto le doy gracias. 8 El Señor es la fortaleza de su pueblo y alcázar de la victoria de su ungido. 9 Libera tú a tu pueblo, bendice a tu heredad, apaciéntalos y guíalos por siempre. |
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