5 Dile a todos en la nación y a los sacerdotes: Cuando ayunaban y guardaban luto en el quinto y el séptimo mes durante estos setenta años, ¿lo hacían por mi?
5 Habla a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes, diciendo: Cuando ayunasteis y llorasteis en el quinto y en el séptimo mes estos setenta años, ¿habéis ayunado para mí?
5 «Diles a tu pueblo y a tus sacerdotes: “Durante estos setenta años de destierro, cuando ayunaban y se vestían de luto en el verano y a comienzos del otoño, ¿hacían los ayunos realmente para mí?
5 Esto es lo que dirás a todos residentes del país y a los sacerdotes:
Cuando ustedes han ayunado y llorado en julio y en septiembre, durante setenta años, ¿acaso fui yo el que les pedí ayunar?
5 Habla a todo el pueblo de esta tierra y a los sacerdotes, diciendo: Cuando ayunabais y guardabais duelo en el mes quinto y en el séptimo, durante estos setenta años, ¿ayunabais por mí? ¿Lo hacíais por mí?°
5 'Di a todo el pueblo de la tierra y a los sacerdotes lo siguiente: cuando ayunabais y llorabais en el quinto y el séptimo mes, durante estos setenta años, ¿ayunabais acaso para mí?
Cuando todos los oficiales del ejército de Judá y sus hombres se enteraron de que el rey de Babilonia había nombrado a Guedalías como gobernador, ellos y sus hombres se reunieron con Guedalías en Mizpa. Entre ellos estaban: Ismael hijo de Netanías, Johanán, hijo de Carea, Seraías, hijo de Tanjumet el netofita, Jazanías, hijo del maacateo.
Pero en el séptimo mes, Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisama, de sangre real, vino con diez hombres. Atacaron y mataron a Guedalías, junto con los hombres de Judea y de Babilonia que estaban con él en Mizpa.
No me has traído ovejas para los holocaustos; no me has honrado con tus sacrificios. No te he agobiado pidiendo ofrendas de grano; no te he cansado exigiendo incienso.
“¿No has visto que hemos ayunado?”, me preguntan. “¿No has visto que nos negamos a nosotros mismos?” Eso es porque siempre que se ayuna se hace lo que se quiere, y se trata mal a los trabajadores.
Esto es lo que dice el Señor: Cuando terminen los setenta años de exilio en Babilonia, me ocuparé de ustedes y cumpliré mi promesa de hacerlos regresar a Jerusalén.
El día diez del mes quinto, en el año diecinueve de Nabucodonosor, rey de Babilonia, entró en Jerusalén Nabuzaradán, comandante de la guardia, oficial del rey de Babilonia.
Durante el primer año de su reinado, yo, Daniel, comprendí, por las Escrituras dadas al profeta Jeremías, que pronto se cumpliría el tiempo de setenta años en que Jerusalén quedaría desolada.
No claman a mi con sinceridad en sus corazones, sino que mienten mientras se lamentan en sus camas. Se reúnen y se laceran para obtener grano y vino nuevo, pero se alejan de mi.
Entonces el ángel del Señor dijo: “Dios Todopoderoso, ¿cuánto tiempo pasará antes de que tengas misericordia de Jerusalén y de las ciudades de Judá con las que has estado airado por los últimos setenta años?”
Fueron a preguntar a los sacerdotes del Templo del Dios Todopoderoso y a los profetas: “¿Debo seguir de luto y ayuno en el quinto mes como lo he hecho por muchos años?”
Esto es lo que dice el Señor Todopoderoso: Los ayunos que hacen el cuarto, quinto, séptimo y décimo mes serán tiempos de alegría y regocijo para el pueblo de Judá. Y habrá fiestas de celebración. Pero amen la verdad y la paz.
Cuando den a los pobres, no sean como los hipócritas que se jactan anunciando en las sinagogas y en las calles lo que hacen para que la gente los alabe. Yo les digo la verdad: ellos ya tienen su recompensa.
“Cuando oren, no sean como los hipócritas, porque a ellos les encanta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles para que la gente los vea. Yo les prometo que ellos ya tienen su recompensa.