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Oseas 1:10 - Versión Biblia Libre

10 Sin embargo, el número de habitantes del pueblo de Israel será como la arena del mar, que no podrá medirse ni contarse. Entonces, justo en el lugar donde se les dijo ‘Ya no son mi pueblo’ se les llamará ‘los hijos del Dios vivo’.

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Biblia Reina Valera 1960

10 Con todo, será el número de los hijos de Israel como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y en el lugar en donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

10 »Sin embargo, llegará el día cuando el pueblo de Israel será como la arena a la orilla del mar, ¡imposible de contar! Así que en el lugar donde se les dijo: “Ustedes no son mi pueblo”, se dirá: “Ustedes son hijos del Dios viviente”.

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La Biblia Textual 3a Edicion

10 °Con todo, el número de los hijos de Israel será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar.° Y sucederá que donde se les haya dicho: Vosotros no sois mi pueblo; se les dirá: Hijos del Dios viviente.

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Oseas 1:10
26 Referans Kwoze  

Y tendrás tantos descendientes que serán como el polvo de la tierra. ¡Quien quiera contara tus descendientes será quien pueda contar el polvo de la tierra!


puedes estar seguro de que te bendeciré y te daré muchos descendientes. Serán tan numerosos como las estrellas del cielo y la arena del mar, y conquistarán a sus enemigos.


Tú mismo me dijiste: ‘Sin duda alguna te trataré bien. Haré que tus descendientes sean tan numerosos como la arena de la playa, demasiados para contarlos’”.


Hiciste tuyo a tu pueblo Israel para siempre, y tú, Señor, te has convertido en su Dios.


Le diré al norte: ‘¡Entréguenlos!’ y al sur: ‘¡No los detengan!’ Hagan volver a mis hijos de lejos y a mis hijas de tierras lejanas.


Tus hijos, tus descendientes, habrían sido como todos esos granos de arena. No habrían tenido que ser destruidos, aniquilados ante mí.


Pero sigues siendo nuestro Padre, aunque Abraham no nos conozca e Israel no nos reconozca. Tú, Señor, eres nuestro Padre; siempre te has llamado nuestro Redentor desde hace mucho tiempo.


Pero tú, Señor, eres nuestro Padre. Nosotros somos el barro, tú eres el alfarero. Nos has hecho con tus propias manos.


Me dejé consultar por gente que ni siquiera me hacía preguntas; me dejé encontrar por gente que ni siquiera me buscaba. A una nación que ni siquiera me reclamaba, le dije: ¡Aquí estoy, aquí estoy!.


Traerán a todo tu pueblo de todas las naciones a mi monte santo en Jerusalén como ofrenda al Señor. Vendrán en caballos, en carros y carretas, y en mulos y camellos, dice el Señor. Los traerán de la misma manera que los israelitas traen sus ofrendas de grano al Templo del Señor, usando recipientes ceremonialmente limpios.


De la misma manera que no se pueden contar las estrellas del cielo ni se puede medir la arena de la orilla del mar, así multiplicaré el número de los descendientes de mi siervo David y de los levitas que me sirven.


Yo decreto que en todo mi reino todos deben respetar y honrar al Dios de Daniel, porque él es el Dios vivo. Él es eterno y su reino nunca será destruido. Su reino no tendrá fin.


Entonces el Señor le dijo a Oseas: “Ponle por nombre Lo-ammi, porque ustedes ya no son mi pueblo y yo ya no soy su Dios.


Yo la ‘sembraré’ para mi mismo en la tierra. Amaré a Lo-ruhamah (no amada) y a Lo-ammi (no mi pueblo) le diré: ‘tú eres mi pueblo,’ y me dirá: ‘Tú eres mi Dios’”.


Pero a aquellos que lo aceptaron, a quienes creyeron en él, les dio el derecho de convertirse en hijos de Dios.


Toda la creación espera con paciencia, anhelando que Dios se revele a sus hijos.


“Seré como un Padre para ustedes, y ustedes serán mis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”.


Por eso, los descendientes de Abrahán, (¡que ya estaba a punto de morir!), se volvieron numerosos como las estrellas del cielo e innumerables como la arena del mar.


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